—¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!?
Al oír otra voz humana Kathy despertó, tumbada boca abajo en el suelo. Sentía un frío atroz por todo el cuerpo y no percibía las piernas, por lo que se arrastró hacia el muro.
—¡DIOS MÍO! —exclamó con la voz rota—. ¡NECESITO AYUDA! ¡POR FAVOR!
—¡¿QUÉ ES ESTO?! ¡¿DÓNDE DIABLOS ESTAMOS?!
—No lo sé. ¿Recuerdas como llegaste aquí?
—¡Solo recuerdo salir del ascensor, en el párking del edificio Siracusa! ¡QUE ESTÁ PASANDO!
La chica castañeaba los dientes de forma descontrolada.
—Nos han secuestrado —contestó, reprimiendo un sollozo.
—¡¿QUÉ?! ¿¡ES UNA BROMA?! ¡JODER, JODER! —el hombre rompió a llorar—. Yo solo quiero ir al hospital…
Ella se acurrucó como pudo, en un intento desesperado de entrar en calor. Probó a mover un pie, con la vista clavada en el musgo que crecía en la mampostería. Fue un intento inútil.
—Dios mío, dios mío —le llegaban los lamentos—. Voy a ser papá, quiero ir con mi mujer, esto no es real, Dios mío no…
Kathy había pasado por lo mismo. El tiempo ya no tenía consistencia y era incapaz de discernir cuanto llevaba allí encerrada, pero sentía cierta solidaridad hacia su nuevo compañero de celda.
—¿Cómo te llamas? —quiso saber después de una pausa, limpiándose las lágrimas con la mano.
—Me llamo Aug… August Davis.
—Yo soy Kathy, Kathy Lee Muffin. ¿Has… Has oído hablar de mí ahí fuera? ¿Me busca la policía?
El hombre tardó en contestar.
—Lo lamento, no he escuchado nada. ¿Sabes cuanto llevas aquí?
—No.
—Vale. ¿Te han hecho algo?
La verdad resultaba aterradora, tanto que la mujer prefirió el silencio a las palabras.
—¿Hola? Kathy, no me dejes solo…
—Sigo aquí, tranquilo. ¿Puedes moverte? Mis piernas no responden y necesito que compruebes tu puerta.
—¿No estás atada? ¡Yo lo estoy de brazos y pies, me es imposible! ¡Ni siquiera puedo levantarme!
Al oír aquel dato ella sintió un profundo escalofrío, uno que poco tenía que ver con las bajas temperaturas. Nunca la habían maniatado en la celda, era extraño. Entonces unos pasos retumbaron en el pasillo.
—Ya viene —alertó a August, intentando no elevar demasiado la voz.
—¡¿QUÉ?! ¡¿QUIÉN VIENE?!
—No grites… A Smith los gritos le… le…
—¡DIOS MÍO, DIOS MIO! ¡AYUDA, AYUDA, POR FAVOR!
Kathy supo que era inútil, el pánico no atendía a razones. Contuvo el aliento. Una silueta oscura pasó fugaz frente a sus barrotes y poco después la puerta de al lado chirrió al abrirse. Supo que nunca había sido cerrada con llave.
—¡OH, MIERDA! ¡¿QUIEN ERES?! ¡¿POR QUÉ ME HACES ESTO?!
Él nunca respondía a las preguntas, menos si se formulaban con gritos.
—¡¿QUE HACES CON ESA CUERDA?!
Un sonido particular quebró la silenciosa ausencia de palabras. Parecía que rozasen una soga contra algo metálico… Entonces la mujer dirigió la mirada al techo, a una argolla que sobresalía en el centro de la celda. Pese a tener un aspecto sucio, daba la sensación de ser robusta y relativamente nueva, capaz de soportar el peso de un adulto humano.
—¡ESPERA! ¡ESPERA! ¡¿POR QUÉ ME ESTÁS COLGANDO BOCA ABAJO?! ¡DÉJAME, NO!
Otro ruido flotó en el ambiente y Kathy lo identificó al vuelo, mirando el cubo de plástico que había junto a su puerta. Se estremeció.
—¡YO SOLO QUIERO CONOCER A MI MI HIJO! ¡JODER, SOCORRO, SOCORRO! ¡¿PARA QUE ES ESE CUCHILLO?! ¡DIOS MÍO!
La joven reaccionó golpeando la pared y gritando lo más fuerte que fue capaz.
—¡HIJO DE PUTA! ¡JODIDO CABRÓN, DÉJALO! ¡DÉJALO!
Entonces se oyó otro sonido, como si algo cortara el aire y luego la carne. August gorgoteó de dolor antes de callar para siempre. Después, hubo un goteo constante que, ella lo supo, caía dentro del cubo. La impresión fue tal que rompió a llorar de nuevo, con tanta intensidad que apenas podía respirar.
—Shhhhhhhhh —dijo Smith, al otro lado del muro—. Mi dulce Muffin, sabes que no me gusta que griteessssss.
Kathy vomitó antes de perder el conocimiento.
—Jake está buenísimo —dijo Clarissa, poniendo los ojos en blanco—. Y perdona que lo diga, pero necesitas echar un buen polvo.
—¡Serás guarra! —exclamó Kathy desviando la mirada de su reflejo—.Vas a conseguir que me fastidie el maquillaje con el rimmel.
—¿Acaso miento? ¿Cuánto hace que rompiste con Allan?
—Cinco años.
—¿Ves? Yo diría que se te ha quedado el muffin muy reseco, cariño.
La joven agarró un trozo de algodón y se lo tiró.
—Quizá seas tú la que necesita un polvo urgente.
—Mi marido me tiene muy satisfecha, gracias. Tú eres la solterona. Y tengo malas noticias. Después de los 35, vienen los 36, y sigue y sigue…
Kathy se rio con aquel comentario. Si, acababa de estrenar el ecuador de la treintena. Pero se conservaba de maravilla, o al menos, todo lo bien que permitía su genética.
—Vale, se me ha ido un poco la cabeza con las bromas. Pero eres mi mejor amiga, te quiero y… ¡Esta noche tienes tu primera cita en un lustro! No digo que seas una golfa, digo que no estaría mal que disfrutaras un poco con Jake.
La joven terminó de maquillarse y se dio la vuelta.
—Ya está. ¿Voy bien así?
—Vas preciosa, de verdad. Hasta me das algo de envidia, pareces una muñequita.
—¡Muchas gracias por haber quedado conmigo! ¡Estoy muy nerviosa, me gusta muchísimo!
—¡Venga, no seas tonta! Tu solo pásalo de miedo, y si sale algo, genial. Y si no, tener un poco de vida social con un chico guapo no te sentará mal, hazme caso…
Los goznes emitieron un estridente quejido. Kathy recuperó un poco la consciencia al percibir que la cargaban a cuestas. Pasados unos segundos recobró algo de fuerza y chilló, golpeando a su captor con los puños. Seguía sin notar las piernas.
—¡HIJO DE PUTA! ¡HIJO DE PUTA!
—¡Shhhhhhhh! —la reprendió Smith. Ella se mordió el labio, con los ojos anegados de lágrimas.
Unas cuantas bombillas mal colocadas iluminaban de forma tenue aquel maldito pasillo que parecía sacado de otra época. En la pared izquierda se abría una hilera de celdas, y por la ausencia de gritos, Kathy supuso que volvía a ser la única prisionera. Pensó en August, luego en Jake. Jake. Jake.
Pronto llegaron a la sala y la mujer se resistió de nuevo. Su captor la sentó en la vieja silla de barbero con suma facilidad, como si no fuera más que una muñeca. Después, apretó las correas bien fuerte.
—Odio ese comportamiento.
—¡QUE TE JODAN! —exclamó la joven entre sollozos. Apenas tenía fuerzas para gritar.
Él no se inmutó. Sacó un mando del bolsillo de su gabardina de cuero negra y accionó de forma ritual, uno a uno, todos los televisores de tubo que cubrían la pared. A pesar de darles la espalda, ella sabía que en unos segundos comenzaría aquel maldito videoclip ochentero, repetido en bucle hasta la posteridad.
—¡Kawaiiiii! —resonó una voz femenina y aniñada por toda la sala, junto a una estridente melodía—. ¡Watashi wa kawaii desu!
Smith puso los ojos en blanco y se quedó ensimismado unos segundos. Luego, una sonrisa malévola se dibujó en sus pálidas y alargadas facciones. Una que solo aparecía cuando premeditaba barbaridades.
—¡Watashi wa kawaii desu!
—Veo que tu sitema nervioso ya falla y estás muy débil. Es hora de que te dé hidratos.
—¡Watashi wa kawaii desu! —volvieron a cantar el ejército de chicas niponas, acompañadas de un infinito coro de colegialas.
Kathy no recordaba la última vez que le habían servido algo de bebida o comida. Miró como su captor se acercaba a una mesa metálica y cogía una copa de cristal.
El monstruo la llenó con un líquido extraño y denso, salido de una botella opaca. Luego se aproximó a ella, despacio, como si pretendiera darle importancia al momento.
—Toma —añadió, obligándola a beber.
Al principio la mujer tragó a la fuerza para no ahogarse, hasta que no pudo soportarlo más y vomitó. El sabor metálico y la textura no dejaban lugar a dudas. Por lo visto habían guardado la sangre de August en una nevera, porque estaba fresquita…
—¡JJODIIIDOO BBBASTARDOOO! —le chilló, cuando pudo detener las arcadas.
No vio venir el tortazo que tumbó la silla. Ella se golpeó en la sien. Le pitaron los oídos y comenzó a ver borroso.
—¡Vas a beber, miss Muffin! —añadió él, con una expresión horrible en la cara—. No voy a jugar contigo, has de comer para aguantar otra sesión.
Kathy sintió como volvían a colocarla en posición vertical y sollozó. Tardó unos segundos en recuperar la vista, lo suficiente como para ver que su raptor le daba la espalda y buscaba algo en unos cajones de la mesa.
—¡Bien! —soltó él, dándose la vuelta. En la mano portaba un embudo sucio con la parte de abajo compuesta por un pequeño tubo. La mujer sintió escalofríos y volvió a gritar.
—¡Watashi wa kawaii desu! —el estribillo otra vez.
En los televisores, un centenar de jovencitas vestidas de colegialas y bailarines ataviados de peluches y tacos mexicanos con caritas sonrientes no paraban de cantar sobre fondos que evidenciaban un pésimo croma. Y seguían fiesteros e impenetrables, mientras aquel monstruo introducía en la boca de la chica gran parte del cono de plástico.
Ella se resistió entre lágrimas, su cuerpo quería escupir el objeto pero era incapaz. Smith comenzó a vaciar la botella, muy lentamente, disfrutando cada segundo. La chica tragó entre gorgoteos de angustia hasta que no quedó nada.
—Muy bien, preciosa. Ya te está cambiando la cara, vamos a continuar —dijo él, retirando el embudo. Luego se alejó con los objetos en las manos y trasteó en la mesa de nuevo.
Kathy vomitó un poco y boqueó como un pez fuera del agua, pese a que de repente notaba un tenue calor por todo el cuerpo. Soltó un prolongado lamento.
—¿Por qué me haces esto? —consiguió preguntar—. ¡ACABA CONMIGO DE UNA MALDITA VEZ, POR FAVOR!
Entonces el monstruo se volvió, esbozando una amplia sonrisa. Llevaba un taladro inalámbrico en la mano.
—¡Watashi wa kawaii desu!
La mujer gritó de nuevo, viendo como aquel hijo de perra se le aproximaba blandiendo el nuevo juguetito. Aulló cuando lo acercaba a su rodilla…
—¿Para qué iba a hacer tal cosa? —le susurró al oído, accionando el mecanismo— ¡ME GUSSSTA JUGARRR!
—¿Qué te ha parecido el sitio? —le preguntó Jake.
Kathy tardó en responder, haciéndose la interesante.
—Nunca había estado en un restaurante así. Me parece curioso que te llamen por tu nombre para recoger la comida.
—Tú si que eres curiosa, cariño —la interrumpió él, besándola—. Yo habría ido a un buen francés, pero como has insistido tanto…
—Anda, la cena ha sido genial. Además hoy tenía ganas de ir a un sitio especial, ya hace tres meses que salimos juntos.
Jake puso cara de póquer.
—¿Solo tres? —bromeó—. Me gustas tanto que tengo la sensación de que nos conocemos de toda la vida…
La pareja volvió a besarse. A pesar de haber tenido la mala suerte de que los pisos de ambos se hallaran indispuestos, Kathy veía el lado positivo a las cosas. El coche no era muy pequeño y el asiento trasero permitía algo de movilidad.
—¿Llevas preservativos? —quiso saber, separándose de él tras un arduo esfuerzo—. Creo que ya estoy lista para que lo hagamos. Y me apetece mucho hacerlo ahora.
Él arqueó una ceja.
—Siempre llevo en la cartera, pero justamente hoy he visto que habían caducado y los he tirado a la basura.
—Vaya dos patas para un banco.
Ambos estallaron en una sonora carcajada.
—Tranquila preciosa, hay una gasolinera cerca. A lo mejor venden allí.
El trayecto no duró ni cinco minutos. Y el descampado a las afueras de la ciudad no se movería. Jake salió del coche y entró en el comercio. Mientras tanto la joven se cruzó de brazos y miró por la ventana, ensimismada. Durante un segundo le pareció distinguir que una silueta oscura se movía furtiva a lo lejos, en los límites de la luz artificial. Sin saber por qué, sintió un escalofrío.
De repente se abrió la puerta del conductor.
—Ya estoy aquí, nena —le dijo su pareja, antes de sentarse.
—¡Joder cariño!
—Perdona, creía que me habías visto salir de la tienda. Los he conseguido —añadió él, agitando una bolsita de papel…
—Genial.
—¿Y sabes una cosa?
Ella sonrió, expectante.
—¡Watashi wa kawaii desu!
La mujer despertó con su propio chillido, tan agitada que necesitó unos segundos para orientarse. El techo le indicó que se hallaba tumbada boca arriba. Tenía muchísimo frío, le costaba respirar y oía sus propias sibilancias. Quiso incorporarse pero sus brazos no respondieron.
—¡DIOS MÍO! —gritó sin poder contener el llanto, presa del pánico—. ¡DIOS!
Al borde del colapso buscó sus extremidades con la mirada, comprobando que al menos seguían ahí. Volvió a intentar moverse, horrorizada, obteniendo nulo resultado. Se rompió, quiso morir. Ya era una muñeca para la bestia.
—¡NO! —aulló— ¡AYUDA, AYUDA!
—Hola Kathy.
Una voz masculina y grave había hablado. Ella la reconoció al momento.
—¡JAKE! ¡JAKE! —exclamó, pensando que al fin había perdido el juicio—. ¡OH, CARIÑO!
—Lamento decirte que no soy él. He adoptado esta voz para comunicarme contigo.
La chica se rio entre lágrimas.
—¿Quién eres? ¿Eres August?
Su antiguo vecino tampoco podía ser, que boba. Se había bebido toda su sangre. Ese pensamiento la desquició. Soltó una carcajada.
—¡SMITH, MALDITO HIJO DE PUTA! —chilló. Ese bastardo quería jugar con su muñequita un ratito más.
—No hace falta que me insultes. He venido por ti, para ayudarte a ver la situación en la que te encuentras.
Se hizo el silencio.
—Me he vuelto loca.
—Lamento decirte que no. Soy un mensajero y un amigo.
Kathy cerró los ojos. Había pedido ayuda tantas veces en las últimas horas que se veía incapaz de contarlas. Ya no tenía vida. Ya no tenía amigos, nada. Sabía que moriría allí.
—Si existes de verdad y eres mi amigo mátame, acaba conmigo. Me ha torturado…
—Eso siempre ha formado parte de su juego. Has de cambiar las reglas.
—¿Como?
—Aceptando que vas a morir, que Kathy Lee Muffin va a desaparecer ahora. Tu cuerpo casi ha asimilado su nueva naturaleza, pero te aferras tanto a la vida que ha comenzado a fallar. Ese psicópata cuenta con ello.
—No te entiendo.
—Venga, siempre has sabido que ese hijo de perra no era normal. ¿Cómo son sus dientes?
—Puntiagudos.
—¿Y los tuyos?
La joven se pasó la lengua por los suyos, percibiendo que algo había cambiado…
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )
¡Ostras, Ramón! Un relato escalofriante, angustioso, narrado con tal detalle y visualización que… ¡Puff! Excelente relato de terror que nos deja en un continuará de los de toda la vida… Me encantó. Un abrazo!!
¡Muchas gracias por volver a Novelesco y comentar, David! Me alegro de que te haya gustado el relato. La verdad es que no estaba seguro de si era demasiado fuerte, aunque no he querido suavizarlo. Este viernes, a la hora de las brujas, estreno la segunda parte. Vuelve cuando quieras, ya lo sabes. ¡Un fuerte abrazo!
Hola Ramón,
Me alegro mucho de que hayas vuelto a publicar en el blog, 🙂
Bueno… del relato qué te digo, lo he leído sin parpadear, primero porque tenía una sensación de angustia que has sabido transmitir muy bien y la otra porque necesitaba saber qué pasaba. Y por qué. Eso lo has conseguido introduciendo los recuerdos, así que enhorabuena. Un relato espeluznante, idóneo para estas fechas que se acercan.
Un gustazo leerte.
Un beso.
¡Muchas gracias por volver a esta casa y comentar Irene! Me alegro que te haya gustado el relato y como se va desarrollando la trama. Ya está disponible la segunda parte —y desenlace—, espero que te guste el cierre. Tenía la historia entera planteada de antemano pero escribir el final me ha costado un poco. ¡Un fuerte abrazo! ; )
Excelente relato!
¡Muchas gracias por comentar Cecilia! Me alegro de que te haya gustado el relato. La segunda parte ya está publicada, a ver que te parece. Novelesco te abre las puertas de par en par, bienvenida y regresa a esta casa siempre que quieras ; )