AMARNA JONES, EN BUSCA DEL OJO PERDIDO

AMARNA JONES, EN BUSCA DEL OJO PERDIDO

Novelesco presenta AMARNA JONES. La literatura, el cine y los videojuegos siempre han sido claros referentes para mí. Hace poco volví a disfrutar del reboot —videojuego— de una de mis sagas favoritas, «Tomb Raider». La historia gira en torno a una Lara muy joven e inexperta que acaba de terminar la carrera y se enfrenta al primer reto de su vid, una aventura que la marcará para siempre. Y un batiburrillo extraño comenzó a dibujarse en mi cabeza.

Está claro que la señorita Croft se inspiró en «Indiana Jones», otra saga de mi infancia, y de las favoritas. A todo esto vamos a sumarle que si no recuerdo mal, hoy estrenan una nueva versión de «La Momia».  ¿Adivináis? ¡También es otra película que me encanta!

A partir de esa mezcla de ideas y varios conceptos ha surgido este loco homenaje. Un batiburrillo que espero, disfrutéis. He de decir que me lo he pasado bien escribiéndolo. ¡Un saludo! ; )

—¡Vaya, vaya, vaya! —dijo, apartándose el gastado sombrero de la cara.

Aquel rincón casi en penumbra había sido el lugar apropiado para sorprender al camarero. Las viejas y polvorientas bombillas que colgaban sobre la barra del antro iluminaban el local con una luz ténue y sucia.

—No hay nada mejor que toparse con un chico guapo en el culo del mundo.

—Maldita sea, Amarna Jones… ¿Qué diablos haces aquí?

La joven contempló como el chico fruncía el ceño y arqueaba una de sus cejas pobladas y sexis. Pensó en lo mucho que había añorado aquel gesto. Además quedó sorprendida con la mejora de su Inglés, que sonaba casi nativo.

—Te dije que soy una mujer obstinada —se sinceró ella, guiándole un ojo—. Y que te seguiría hasta el mismísimo infierno. Aunque esperaba uno menos gélido, tratándose de ti.

—¡Es una lástima que a la señorita no le guste el Tíbet! —exclamó él, esbozando una sonrisa afilada—. ¿Tal vez podría sugerirle las cálidas aguas de Cancún?

A los dos acudieron recuerdos del pasado, transcurridos quince años atrás durante un tórrido verano lleno de aventuras y encuentros pasionales. El cuerpo y la mente de Amarna habían madurado desde entonces. Pero en apariencia, él seguía exactamente igual de guapísimo, aunque ahora presentara un aspecto descuidado y guarro, muy acorde con el tugurio que regentaba.

—Me han dicho que en Cancún el whisky es horrible.

La mujer captó un brillo púrpura en las pupilas de su viejo amigo. Luego observó cómo regresaba a la barra, para volver a la mesa con unos vasitos de aspecto sucio y una botella llena de telarañas.

—Tenga usted, señorita Jones —dijo él, quitando el tapón de corcho con la boca y escupiéndolo al suelo.

El olor espantaba incluso desde la distancia y Amarna se esforzó en parecer impávida.

—¡Venga hombre, alegra esa cara! ¡Hace mucho tiempo que no nos vemos!

El chico se dejó caer en un taburete y rellenó ambos chupitos. Luego cogió uno en silencio y mediante un gesto de cabeza, le indicó a que hiciera lo mismo. Ella lo miró resignada y ambos bebieron al mismo tiempo.

—¡¿DIOS MÍO, QUE MIERDA ES ÉSTO?! —soltó la joven después de un ataque de tos, con la voz quemada.

—¿No decías que el whisky de Cancún era terrible? Yo no lo recuerdo así. Quizá se esté volviendo una princesita, señorita Jones.

La mujer ignoró el último comentario, alertada por su sexto sentido. Sintió que alguien los espiaba y miró a unos caballeros que estaban sentados al otro lado del cuchitril. Uno de ellos tenía rasgos caucásicos, a pesar de compartir una clara alergia hacia cualquier tipo de higiene.

—Quiero que te vayas, Jones. Ha sido un ratito interesante, pero no más —dijo el camarero, hosco, levantándose de golpe.

—¡Venga ya, Swag!

Al oír esa palabra el hombre frunció el ceño otra vez.

—¡No me llames así nunca más! —exclamó, con un brillo malicioso en los ojos—. ¡Lo detesto!

—¡Al principio te gustaba, Swaggy! —añadió la joven, apoyando las palabras con un gesto de dab.

—¡¿QUÉ DIABLOS QUIERES DE MÍ, AMARNA JONES?!

Los veteranos del bar miraron al extranjero sorprendidos, ya que nunca lo habían visto enfadado.

—La he encontrado, amor. La primera mitad del Ojo.

Entonces la mujer comenzó a abrirse varias capas de ropa térmica hasta llegar al escote, sobre el cual descansaba un collar de aspecto exótico.

Primero el chico le miró el canalillo, que dibujaba a dos viejas amigas que pese a los años, seguían perfectas. Luego estudió el colgante, enmudecido. Notaba su poder.

—¿Dónde?

Ambos se miraron con intensidad.

—Cerca de Cancún, hace dos lustros. Nos equivocamos de tumba, Ramsey.

«Ramsey» repitió el joven de forma mental, un poco aturdido. Hacía quince años que nadie lo llamaba así, que ella no pronunciaba aquel nombre que tanto había significado para él.  Y se dio cuenta de que había añorado tanto a Amarna… Continuó escrutándola, con la apremiante necesidad de encontrar en aquellos ojos verdes algo que llevaba mucho tiempo esperando y que llegó a creer imposible. Pero allí estaba, lo percibía con total claridad.

—Por todos los dioses de Egipto —soltó, con un hilo de voz—. Por fin has madurado, Jones.

—Lo hice cuando comprendí que te había perdido.

El chico iba a responderle cuando notó un silbido y captó algo por el rabillo del ojo. Con un movimiento veloz cogió al vuelo un pesado machete, que supuso destinado a ella.

—Veo que en eso no has cambiado nada —le recriminó—. Como siempre, ¿Haciendo nuevos amigos?

Amarna le regaló una sonrisa.

—Me han seguido desde la ciudad de las luces. Buscan El Ojo.

Ramsey suspiró. Madre mía, hacía tiempo que no pensaba en París. Y se dio cuenta de que también la echaba de menos.

—Supongo que vas preparada…

—¡Ya me conoces! ¡Soy una princesita muy cañera!

Un grito los alertó y el camarero cogió la mesa, como si fuera de papel. Se sucedían ráfagas de disparos cuando ésta voló por el local, hasta estamparse contra tres de los criminales. Los clientes huyeron despavoridos, algunos sin pagar la cuenta.

Jones sacó dos pistolas y respondió abriendo fuego, antes de parapetarse tras su ex.

—¿Quieres una?

—¡Sabes que no las necesito!

El chico se volvió y lanzó el cuchillo a su dueño occidental, justo cuando éste se disponía a coger la metralleta caída de uno de sus compañeros, dándole en la mano.

—¡Son terriblemente malos! —exclamó, decepcionado.

Y de repente una de las paredes del antro reventó con gran estruendo, levantando una nube de polvo y nieve. El matón salió despedido hacia ellos, junto a varias mesas y sillas. Ramsey agarró a Amarna por la cintura y esquivó los proyectiles, cayendo al suelo. Ambos se miraron a los ojos. A ella siempre le había gustado estar encima, incluso parecía disfrutar del extraño giro de los acontecimientos. La estructura del pequeño edificio crujió y el techo descendió unos centímetros de forma peligrosa.

—Creo que cada vez se pone más interesante la cosa… ¿No te parece? —añadió la joven, al ver que una camioneta de proporciones mastodónticas se había estampado contra el antro, hasta introducirse casi entera en el interior.

—¡Serán hijos de puta! ¡MI BAR!

—Yo creo que le venían bien algunas reformas…

El resplandor en los ojos del chico se tornó eléctrico. Iba a replicar cuando una de las puertas laterales del vehículo se abrió lentamente, de forma pomposa.

—¡Como me alegro de haberlos encontrado, señorita Jones! —sonó una voz masculina y particular, con un claro y marcado acento británico. Entonces un hombre extrañamente bien vestido hizo acto de presencia, bajando del furgón. Su traje de raya diplomática desentonaba con el decorado, incluso con el gélido clima.

El camarero lo miró entornando los ojos.

—¡Bienvenido a la fiesta, Mr. Echron! —lo saludó Amarna, mostrándole una forzada sonrisa desde el suelo—. Veo que va tan guapo como siempre, aunque está claro que nadie le avisó de que la velada iba a celebrarse en el Tíbet.

Los jóvenes se levantaron y sacudieron el polvo.

—¡Mi preciosa arqueóloga favorita! —dijo el recién llegado, abriendo los brazos—. Incluso con capas de ropa nada favorecedora y rodeada de mugre sigue estando encantadora. Veo que por fin ha encontrado lo que buscaba con tanta pasión…

—¿Quién diablos es éste?

El recién llegado prestó atención a Ramsey y lo estudió con sumo interés, quedando embelesado con el resplandor que chisporroteaba en el interior de sus pupilas.

—Es maravilloso —soltó, tendiéndole la mano—. Mucho mejor de lo que hubiera sido capaz de imaginar. Ahora entiendo esa locura que nuestra querida Amarna siente hacia usted. Y su inglés me parece muy completo.

El chico entornó los ojos y no se movió. Después de unos segundos con la mano flotando en el aire, Mr. Echron se dio por vencido.

—Nadie ha contestado a mi pregunta —inquirió.

En ese momento varios soldados armados y totalmente equipados salieron del vehículo, quedándose detrás del caballero. Jones supuso que se trataba de mercenarios contratados para la ocasión.

—Yo no soy importante, Ramsey —respondió el inglés—. Aunque voy a permitirme la licencia de llamarlo por su nombre verdadero, Ramsés. La señorita Jones demostró ser muy aguda al adaptarlo del egipcio.

—Veo que conoce los detalles Mr… ¿Echron?

—En efecto. Nuestra amiga en común marcó un precedente para ser una joven inmadura e inexperta. Al perderse durante su primera excavación arqueológica llevó a cabo uno de los descubrimientos mas sorprendentes de la humanidad. Uno que ocultó de forma magistral incluso a mí, hasta el turbio asunto de Cancún.

—Creo que todos los aquí presentes conocemos esa historia —añadió la mujer, apuntándolo con las pistolas—. No veo necesario perder más el tiempo.

Los soldados la encañonaron y el caballero les indicó que se relajaran, con un gesto sutil.

—Hay algo que no comprendo —soltó el joven entonces, mirando las armas de los mercenarios—. ¿Usted es?

—Yo soy el profesor Echron. Y quien debería de haber tenido el privilegio de realizar su descubrimiento, amigo mío. Algo que me habría hecho muy rico, grande y poderoso.

—¡Oh, ya entiendo! ¡Usted era el tutor, mentor y supervisor de Amarna! ¡Creía que se llamaba Lechran!

—Eso es un protector solar —puntualizó el británico, con una repentina mueca de asco dibujada en la cara—. Pero volvamos al tema que nos interesa, si me lo permite…

Ramsey se cruzó de brazos y asintió con un gesto de cabeza.

—Al día en el que una malcriada niña de apenas veinte años —Amarna mostró una amplia sonrisa al oír aquello— decide desobedecer a los mayores, movida por un sentimiento de orgullo juvenil y la enorme presión de su apellido, internándose sola en el interior de una pirámide enterrada hasta perderse sin remisión. »Y justo cuando cree que va a morir, encuentra una cámara funeraria. Absorbida por el descubrimiento abre el sarcófago, topándose con una momia de más de tres mil años de antigüedad. Parece un hombre, pero no está segura. Entonces decide, con los últimos y mortecinos haces de luz que le quedan a su antorcha, leer la inscripción que hay en los vendajes del difunto, sin darse cuenta de que ocultan una curiosa maldición. Atraer la vida hacia alguien que siempre ha deseado permanecer en la oscuridad de la muerte…

Los dos jóvenes aplaudieron al mismo tiempo.

—¡Bravo! ¡Bravo!

—Muy novelesco todo, sí señor —lo felicitó la chica—. El punto de la antorcha es magistral, dramático… Solo me gustaría matizar que llevaba conmigo una linterna muy grande y baterías para varios días, sin mencionar las mascarillas y un par de bombonas de oxígeno, por si hacía falta. Además, fui buena y me quité de en medio, dejándole el descubrimiento para usted solito, profesor.

Echron le dedicó una mirada cargada de resentimiento.

—¡Claro que sí! Sólo me robó al difunto.

—¡Oiga, que no soy de nadie! ¡Y más bien diría secuestrar! —dijo Ramsey—. Tuvo que ser frustrante para usted enterarse de mi existencia mediante la caja tonta, ¿Imagino?

—Desde luego. Que un ejército de momias mayas atacaran a la ciudad mexicana fue un revuelo mundial, sin lugar a dudas, toda una revolución mediática. Es más, se intensificó para mí cuando ustedes dos fueron captados por un reportero, abandonando el emplace del descubrimiento arqueológico.

—Al menos saldría guapa, espero.

—Salieron estupendos, sobre todo nuestro querido Ramsés. Es poco usual encontrar un rostro idéntico al de una máscara funeraria verdaderamente antigua, tan clavado a la efigie que podías compararlos sin notar ninguna diferencia. No obstante, lo que provocó mayor revuelo en mi corazón fue el descubrimiento de su identidad, junto a la completa traducción de las vendas… Fue todo un detalle que me las dejarais, por cierto.

—Puedo asegurarle que me despisté. Y en cuanto a la identidad de la momia, déjeme adivinarlo: ¿La de un fontanero del faraón? ¿La de Mario Bros? ¿Luigi?

Los dos hombres ignoraron a Amarna, aunque alguno de los soltados reprimió una sonrisa.

—La de Ramsés, hijo de Thot, Dios de la sabiduría. Siempre creí que todos los semidioses serían griegos, un craso error por mi parte.

Ramsey se rascó la barba de varios días, antes de hablar.

—Lamento que los acontecimientos le provocaran frustración, caballero. Pero creo que usted desconoce lo que realmente significa esa palabra.

—¿Ah si? —quiso saber el profesor, altanero.

—Imagínese que un día resucita después de tres mil años de plácida oscuridad, totalmente desorientado, en una época desquiciada a la que ya no pertenece y en la que hasta su idioma ha pasado a mejor vida. ¡Jones casi tuvo que volver a enseñarme a andar, a hablar, hasta a hacer mis necesidades solo!

El inglés abrió mucho los ojos.

—Y todo porque se equivocó al interpretar un par de jeroglíficos del hechizo. Mi cuerpo necesitó alimentarse de su energía vital para solventar el problema, estuve a punto de matarla. Pero eso no es lo peor…

—Oh, dígamelo, se lo suplico…

—Lo peor fue… ¡QUE LA MUY HIJA DE PUTA ME LLAMÓ SWAG!

—¡Oh, venga ya! —exclamó Amarna—. ¡Tenía veinte años! Estaba loca y me sentía muy agobiada por todo, no sabes la presión que se siente al tener mi apellido. ¡Y eso por no mencionar que logré resucitar a una momia, algo que rompió todos mis esquemas sobre el mundo que creía conocer! ¡Encima eras la cosa mas increíble, bonita y molona que había visto en mi vida!

La pareja comenzó a discutir, hasta que Echron hizo un gesto y los soldados formaron un círculo alrededor de ellos. Al ver la amenaza, callaron al instante.

—Lamento tener que interrumpirles, pero nunca he soportado las ñoñerías románticas —se excusó el británico—. Además, me esperan en otro lugar. Así que si es tan amable, señorita Jones, deme el Ojo. Y usted, Ramsés, va a acompañarnos también. Seguro que mis socios estarán deseando hacerle pruebas.

Al oír eso, una llamarada de enfado chisporroteó en los ojos del chico, que guiñó un ojo. Ella captó el mensaje y se preparó.

—¿Sabe una cosa, señor Lechran? —soltó Ramsey, hosco—. No estoy a favor de la experimentación con animales. Y para que le quede bien claro, soy una persona y ni Amarna ni yo vamos a obedecerle.

—Me llamo Echron, ya se lo dije antes. Y no tienen más remedio, querido amigo.

El camarero se encogió de hombros, dando por sentado que no iba a conseguir una vía pacífica. Entonces, sin previo aviso, lanzó a la chica hacia la viga que tenían sobre sus cabezas. Ella se agarró y dio una vuelta digna de una trapecista, hasta subirse encima. Los soldados comenzaron a dispararla cuando corría a través de la madera, devolviéndoles los tiros con sus pistolas.

—¡Mierda! —gritó ella, al darse cuenta de que había perdido el sobrero.

Mientras tanto Ramsey aprovechó la dispersión del grupo y cogió a uno de los mercenarios como si pesara lo mismo que un ladrillo, para usarlo de maza y golpear a diestro y siniestro con él. Sus ojos desprendían chispas púrpuras que dibujaban estelas en el aire,  el suelo se llenó de balas…

Las maderas crujían bajo las botas de Jones, que al quedarse sin munición se vio forzada a tirar las pistolas a uno de los soldados, que ya la tenía en el punto de mira. El tronco cedió obligándola a saltar, vio como las armas le daban en las manos y desviaban la ráfaga. Cayó sobre él, ambos rodaron por el suelo y Ramsey acudió a socorrerla, agarrando al soldado por uno de los pies y tirándolo a través del hueco que había dejado la camioneta en la pared.

Pronto no quedó ni un enemigo en pie y ambos jadeaban exhaustos, mirándose mutuamente como si no hubiera un mañana.

—Estas jodidas balas escuecen, joder —se quejó Ramsey. Por fortuna Amarna estaba ilesa, con alguna herida sangrante, pero nada que pareciera necesitar atención urgente.

—No te quejes tanto, guapo. Para ti son picotazos, para mí mortales de necesidad.

Él frunció el ceño. Y de repente la besó, inclinándola hacia atrás. Oh, Dioses, había sido un idiota engañándose de aquella manera durante tanto tiempo. Supo que jamás iba a abandonarla de nuevo.

Un crujido los alertó y ambos miraron en su dirección. Echron se detuvo al ver que había sido descubierto cuando intentaba subirse al vehículo.

—Acabo de recrodar que me esperan en otro sitio —dijo poco convincente.

Una parte del techo se derrumbó del todo, dejando un hueco inmenso por el que al instante comenzó a colarse la nieve. Ramsey suspiró. Aquello ya no tenía arreglo.

—Caballero, ese vehículo queda requisado ahora mismo —le dijo al inglés—. Y tenga por seguro que usted y lo que quede de sus hombres se van a quedar aquí. Ella y yo nos vamos ahora.

Amarna sonrió. Entonces vio su preciado sombrero no muy lejos y se acercaba para cogerlo, cuando entre los escombros salió el tipo del machete e intentó apuñalarla en el cuello con él. La mujer lo esquivó con un movimiento veloz y le propinó una patada en la entrepierna. Después se caló la prenda sobre la cabeza, esbozando una radiante sonrisa.

Había tardado trece años en comprender ciertas cosas. Su inmadurez y falta de respeto ante la nueva realidad del mundo estuvo a punto de costarles un enorme precio en Cancún. Aquel había sido el motivo por el que el hombre de su vida la había dejado, al percatarse de que esas cualidades negativas, en una combinación tan explosiva como su relación amorosa, resultaba demasiado peligrosa para ella misma y para todo quien los rodeara. Pero por fin sentía que había madurado y ahora comprendía muchas cosas que antes le resultaban imposibles. Y supo que a partir de aquel momento, nada podría separarla de su momia favorita, llena de swag.

Licencia Creative Commons
Amarna Jones, en busca del ojo perdido por Ramón Márquez Ruiz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivar 4.0 Internacional.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

EN UN INSTANTE

EN UN INSTANTE

Novelesco se complace en presentar «EN UN INSTANTE», un relato escrito para San Valentín. He de ser sincero y añadir que me he visto tentado a ponerle un final malote. Aquí os lo dejo, descubrid si me he atrevido a hacerlo. Espero que os guste ; )

“Llovía a cántaros y hacía frío. Ambos se miraron a los ojos, conociéndose mutuamente desde la distancia. Entonces avanzaron al mismo tiempo hasta quedar parados el uno frente al otro. Y durante un instante la gente que corría por la plaza con sus paraguas desapareció junto a todo lo demás, volviéndose una parte brumosa del decorado nocturno.

 —Hola —le dijo él, dedicándole la más tierna de las sonrisas.

Sonia notó un rubor intenso en la cara. Sentía que por primera vez en su vida, el universo le había hablado de verdad. Y ahora seguía haciéndolo a través de aquellos finos labios y aquellos ojos verdes que le transmitían la más pura sinceridad.

 —Hola —logró responder.

El hombre le tendió la mano y ella la aceptó, notando un cosquilleo interior…”

 

Sonia volvió en sí, sentada tras la mesa decorada con una bola de selenita y unas flores de plástico. No se sentía preparada aquella noche, no le apetecía trabajar.

—¡Todos a sus puestos! —indicó el productor al equipo—. En el aire en tres, dos, uno…

La melodía del programa inundó el plató, consiguiendo que a la chica le dieran ganas de vomitar. A pesar de eso miró a cámara, esbozando una sonrisa vacía mientras sus manos jugueteaban con un voluminoso zaco de cartas. Al instante quiso hablar, pero sus labios continuaron congelados en el gesto artificial, desobedientes.

“Menuda mierda” pensó ella. Seguía en aquel trabajo porque tenía miedo, miedo de acabar más sola de lo que ya estaba, miedo de no encontrar otro empleo y de no pagar las facturas, miedo de terminar viviendo bajo un puente o pasando las noches en un banco del parque.

Haciendo el paripé ganaba un buen sueldo y su programa tenía mucho éxito, pero… ¿A costa de qué? ¿De nutrirse de la desesperación de los demás? ¿Para eso había nacido con un don errático que despertaba cuando le daba la gana?

—¡Venga Bredos, JODER, reacciona de una puta vez! —le llegó la voz de Heras a través del auricular—. ¡ESTAMOS EN DIRECTO!

La sonrisa de la mujer se terminó de forma gradual. Respiró hondo y despegó.

—Buenas madrugadas, queridos telespectadores. Bienvenidos a la sesión especial de San Valentín de Videncias Lunares.

—Bien, bien, sigue así —le dijo producción. La presentadora deseó arrancarse hasta la oreja.

—Vayamos a por la primera llamada de la noche, el amor se siente en el aire…

La nueva melodía sonó ante esas palabras, pastelosa e igual de nefasta que las demás. La irritación de Sonia crecía a cada segundo.

“¿Qué diablos haces aquí?”

Un rápido aviso le bastó para saber que habían aceptado el primer invitado, como solían llamarlos. Pero de gratuito no había nada de nada.

—¡Hola! —se oyó una voz de señora.

La vidente pensó que era mayor.

—¡Buenas noches! ¿Con quien tengo el placer de hablar?

—Me llamo Germinia y tengo 70 años. Siempre veo su programa…

La sonrisa falsa apareció de nuevo, y no porque la deseara. Tenía que realizar su papel, continuar usando la máscara. “Que no sea ese tipo de llamada, por favor” rogó en silencio.

—¿En qué podemos ayudarla, Germinia?

—Ya sé que hoy es San Valentín pero mi consulta trata sobre otra cosa.

—No se preocupe, sobre lo que usted quiera.

“Eso no, por favor”.

—Verá, hace un año mi marido Paco y yo avalamos a nuestro único hijo, y tanto a él como a su mujer los despidieron…

“Mierda”.

—Los desahuciaron el mes pasado y ahora vivimos todos juntos, pero con la pensión mía y de mi marido no nos llega. Me gustaría saber si mi hijo y mi nuera encontrarán trabajo pronto.

Había algo en el tono de la mujer que alertó a Sonia. La desesperación siempre le ponía los pelos de punta. “Pobrecita”.

—Veamos lo que dicen las cartas, Germinia. Espere.

Sus manos se movieron de forma autómata, como movidas por un marionetista. Comenzó a mezclar los naipes, notando la creciente angustia interior pese a su rictus sereno y congelado.

 

“Los músicos tocaban Jazz y ellos escuchaban, uno sentado junto al otro, disfrutando de la velada mientras saboreaban dos copas de vino. Ya llevaban unos meses juntos y ella nunca había sido tan feliz.

 —¿Quieres una rosa? —le preguntó él, nada más terminar la canción.

 Con un gesto galán el hombre indicó a un vendedor ambulante que se acercara y le compró una flor.

 Sonia aceptó el regalo y lo besó en los labios. Olía de maravilla, incluso desde la distancia notaba el aroma.

 —Eres todo un caballero —le dijo después.

 Entonces él estornudó tres veces seguidas.

 —¿Estás bien? —quiso saber ella, preocupada.

 —Sí, sí, me ha venido de golpe —le respondió su novio, con los ojos un poco hinchados.

 —Hay cariño, creo que tienes alergia al polen, o algo así.

—La verdad es que lo sé desde pequeño. A los diez años acabé en urgencias por eso. Pero eres tan mágica que el riesgo bien merece la pena, con tal de verte sonreír…»

 

Deja de mezclar y tíralas ya, llevas un par de minutos le llegó el mensaje del productor.

“Mierda, se me ha ido la cabeza”.

Veamos lo que nos dice la buena fortuna reaccionó ella.

Sus dedos colocaron las cartas formando la cruz celta, una posición a la que había cogido auténtica manía.

Bien Germinia, aquí dice… al mirar la tirada con mayor detenimiento comprobó que las cosas no salían muy favorecedoras. En la posición central, el nefasto naipe de La Torre se cruzaba con La rueda de la fortuna. Necesitó respirar hondo antes de hablar—. Dice que su situación económica es muy complicada y habrá un cambio…

“Los van a desahuciar” tuvo esa certeza.

Si, si, ¿pero dice algo bueno? preguntó la señora, alarmada ante sus silencios.

Dice que tanto su hijo como su nuera han tenido entrevistas que no han salido bien.

¡Ay sí! ¡Eso es verdad! ¿Habrá algún cambio?

Sonia se sintió desfallecer. Llevaba unos meses odiando su empleo con toda la fuerza de su corazón. Aquella buena mujer no requería los inflados precios de una pitonisa televisiva, le urgía un auténtico milagro, un despertar en la sociedad actual, en la consciencia global del mundo.

“Miente, no le destroces más el corazón y no alargues la llamada. Necesitará ese dinero”

Las cartas reflejan que tendréis que apretaros el cinturón, al menos durante una temporada. Pero que al final las cosas volverán a su cauce, ya lo verá.

La vidente se forzó a mirar a cámara, sonriente. Por dentro notaba el vacío de la mentira piadosa.

—¡Aaaaay, que alivio! —exclamó la anciana— ¡Muchas gracias preciosa, guapísima!

Cuando ésta colgó, la mujer suspiró mientras recogía las cartas.

 

“—¿Cómo te hiciste esa herida? —quiso saber curiosa, viendo como él se duchaba a través de la mampara. En la nalga izquierda tenía una cicatriz con forma de media luna.

 —Cuando era pequeño me arañó el gato de una amiga de mi madre.

 —¡Vaya! —exclamó ella, estallando en una sonora carcajada—. Algo le harías al pobre animal…

 —Creo que le di un tirón de la cola y se vengó —le contestó su novio, cerrando el agua—. ¿Te gusta?

 —Me parece muy sexy.

 —¿Solo la cicatriz? —preguntó el hombre, saliendo de la ducha aún mojado. Como de costumbre, se había olvidado de prepararse la toalla.

 —Todo tú, hermoso —respondió Sonia, lanzándole una junto a un beso invisible…”

 

 —¡JODER! ¡¿HOY HAS VENIDO COLOCADA O QUE TE PASA?! —la riñó Heras, bastante enfadado—. Luego vamos a tener una charla muy seria, Bredos, te lo juro. Prepárate, que viene el segundo invitado de la noche.

La chica sonrió de nuevo. El productor era un auténtico gilipollas, en todos los sentidos.

—¡Hola! —sonó una voz femenina, que en aquella ocasión parecía más joven.

—Bienvenida a Videncias Lunares. ¿Con quien tengo el placer de hablar?

“¿Realmente NO deseas escapar?”

—Me llamo Puri y tengo cuarenta años.

—Encantada. ¿Quieres saber algo del amor?

Al decir eso los de producción pusieron el estridente sonido de una vuvucela. Luego volvió la pastosa sintonía especial de la noche.

“Voy a morir de asco” pensó Sonia. La pobre señora Germinia seguía revoloteando en su cabeza.

—En efecto, me gustaría ver si voy a encontrar novio este año. Soy divorciada y ya me he cansado de la soledad.

—Muy bien, Puri. Veamos lo que dicen los astros.

La mujer mezcló los naipes otra vez. Un minuto después los colocó de nuevo en aquella posición aberrante.

“Menos mal, un poco de esperanza” pensó, al ver que la tirada gozaba de un balance positivo.

—Estás de suerte, guapa —soltó, esforzándose en parecer agradable. Por dentro deseaba ser un ogro, aunque aquella telespectadora no tenía la culpa de su ánimo alterado—. El amor flota en el aire. Aquí me dice que has conocido a dos hombres.

La vuvucela otra vez. Quiso matar a sus compañeros de produ.

—Pero vigila, también veo que uno de ellos está casado o ya tiene una relación estable.

—¡Es verdad! —exclamó Puri.

—Pues olvídate de ese, te lo aconsejo. Las cartas me dicen que te centres en el otro, el que te atrae menos físicamente. Añadiré que te escuches a ti misma cuando estés con él, ya lo verás.

Otra llamada menos. La noche transcurría lenta, sin pausas. Los “invitados” siguieron sucediéndose sin parar y solo un tercio demandaban la buena fortuna en el amor. La inmensa mayoría deseaba saber sobre temas tan complicados como desagradables, la situación económica de mucha gente se jodía día a día.

“Venga, que solo faltan tres horas” reflexionó Sonia, mirando de reojo a su reloj.

Pronto llegó el doceavo invitado. Y algo en su interior pugnaba por salir a la superficie. Definitivamente, estaba harta de vivir así.

“Déjalo ya, no quieres marchitarte aquí”.

—Hola —dijo una voz de hombre.

—Buenas noches, bienvenido a Videncias Lunares. ¿Con quien hablo?

—¿No lo sabes? —dijo el televidente, en un claro tono jocoso—. Pues vaya mierda de adivina.

“El chistoso de la noche”. Al menos había sido breve.

—Hoy estás regulera, señorita Bredos —le dijeron a través del pinganillo—. Espero que no sea otro cretino, ahí tienes al siguiente…

“Tu sí que eres un jodido cretino” le contestó ella de forma mental.

—Hola, buenas noches —entró al aire el invitado número trece.

Esa voz masculina dejó a la presentadora sin aliento. No sabía explicarlo, pero… en un instante había sentido que… ¿Lo conocía?

 

“—Sonia, solo llevamos un año juntos pero… 

 La lluvia caía incesante contra el techo de la parada de autobús, un refugio improvisado que la pareja se había visto obligada a buscar ante el inesperado aguacero. Ella se ajustó la cazadora de su chico sobre los hombros y lo miró a los ojos, prestando atención a lo que decía.

 —Te amo… —continuó hablando él—. Desde la primera vez que te vi en ese programa de la tele tan horroroso. Llegué a verlo mil veces solo para oírte hablar, sonreir…

 Esas palabras provocaron en la chica un repentino escalofrío, percibía como el don volvía a despertar y de repente sabía lo que iba a suceder a continuación.

 Entonces, como un Romeo empapado y de cabello revuelto, él se agachó. El bolsillo del pantalón estaba tan pegado a su piel que le costó un gran esfuerzo sacar el pequeño estuche, que tras ser abierto, mostró un precioso anillo.

 —¿Quieres casarte conmigo?

 La mujer contuvo el aliento. Los ojos verdosos de su novio relucían mas que la joya, cautivadores… En ellos se veía reflejada a sí misma, un rostro ligeramente demacrado por las desgracias de la vida que cambiaba al sentir ese calor, volviendo a relucir.

 No hubo un gritito, ni un salto de alegría. Ella lo ayudó a ponerse en pie, dedicándole la más sincera de las sonrisas y luego lo besó en los labios, abrazándolo bien fuerte.

 —A partir de ahora no volverás a estar sola —le susurró el hombre, feliz ante la clara respuesta afirmativa—. Yo seré tu padre, tu hermano, tu mejor amigo, tu confidente, y tu siempre fiel y enamorado amante…”

 

 —¡MALDITA SEA BREDOS! —exclamó Heras a través del auricular, furioso—. ¡TE LA ESTÁS JUGANDO!

—Buenas noches —reaccionó ella, ignorando al productor—. Bienvenido a Videncias Lunares. Con… ¿Con quien tengo el placer de hablar?

 —Me llamo Rodolfo, pero todos me llaman Rodi. Suelo… suelo veros cuando tengo insomnio.

—Es muy común Rodi, encantada de atenderte.

—Me gustaría decir una cosa antes de preguntar nada.

La mujer sonrió a cámara, la primera sincera de la noche. ¿Qué diablos le sucedía?

—Me gustaría decirte que lo único que se salva de este programa eres tu.

—Gilipollas —dijo Heras por el pinganillo—. A este lo cortam…

—¡Ni se te ocurra! —lo interrumpió Sonia—. No hablo contigo, Rodi, es con producción…

—¡COMO COJONES TE ATREVES A CUESTIONARME EN DIRECTO, JODIDA IMBÉCIL!

Aquello fue la chispa, la gota que colmó a rebosar un barreño lleno de mierda. La mujer se quitó el pequeño auricular y lo tiró al suelo.

—Estás de suerte Rodi, porque me despido —añadió.

—Vaya… —dijo el hombre al otro lado de la línea.

—Vas a ser mi última consulta y tenemos poco tiempo. El cabronazo de mi jefe puede cortar la señal en breve así que… ¿Deseas saber algo del amor?

Se oyeron risitas de varios miembros del equipo.

—Pues si…

La mujer mezcló las cartas y formó la cruz celta con movimientos rápidos. Una energía mágica imperaba en el aire y había algo más… La reina de copas, comúnmente llamada como “La vidente” salía en una privilegiada posición.

—¿Nos conocemos de algo? —inquirió Sonia, mirando a cámara.

—No, la verdad es que no. Pero me encantaría… ¿Sale algo positivo en la tirada?

—Tu alma gemela te aguarda, Rodolfo…

Heras hizo acto de presencia en plató acompañado por el productor general, destripándola con la mirada. Mientras tanto, su superior la escrutaba en silencio con una chispa reluciendo en los ojos, como si acabara de conocerla. Y parecía gratamente sorprendido por el giro del programa.

—¿Y sabes como lo sé?

—¿Las cartas?

—Tienes los ojos verdes, ¿verdad? —respondió ella con otra pregunta.

El silencio ocupó la línea telefónica durante un instante.

—Si, son verdes. ¿Cómo lo has sabido?

Sonia volvió a sonreír. De repente había comprendido que el universo le hablaba, que lo había estado haciendo durante toda la noche, mostrándole piezas de un puzle que debía componer. Se le humedecieron los ojos.

—Del mismo modo que sé que eres un romántico empedernido, galán y que te gusta el Jazz…

—¡Cierto! —exclamó el hombre,  sorprendido—. Lo de galán no lo tengo claro, pero lo otro es verdad.

—También sé que eres alérgico al polen y te llevaron a urgencias a los diez años, y que siempre te olvidas de prepararte la toalla cuando te vas a duchar…

—Joder, joder…

Sus compañeros de programa la miraban totalmente hipnotizados. Incluso Heras callaba y observaba, atónito.

—Sé que tienes una cicatriz con forma de media luna en una nalga, el regalo del lindo gatito de una amiga de tu madre…

—¡OH, DIOS MÍO! ¡ESO ES…! ¿CÓMO DIABLOS…? ¿PERO QUÉ…?

—¿Sabes como sé todo eso? —le preguntó Sonia entonces, visiblemente emocionada.

“Escapa pajarito, sal volando y siente la libertad”.

—Porque has llegado a ver mil veces este programa horroroso, solo por verme sonreír, por oírme hablar…

—Me estoy asustando, me da vergüenza admitirlo pero eso también es cierto… Tú… ¡Tú eres real!

—¿Quieres conocerme de verdad?

—¡SÍ, DE VERDAD QUE SÍ !

—Quedamos en una hora, en Plaza Cataluña, justo en el centro. Y va a llover mucho, que lo sepas.

Los de producción detuvieron la llamada, pero a Sonia ya le daba absolutamente igual. Se levantó, cogió las cartas y las tiró al aire, pequeños trozos de cartón estampado que flotaron grácilmente a su alrededor durante unos segundos. Después miró a cámara por última vez, sabía que a ella no la iban a cortar.

—Y vosotros, mis queridos telespectadores, antes de irme y no volver me gustaría deciros varias cosas: creo que hay videntes reales entre nosotros, gente que tiene un don. Quizá sea, simplemente, que está más despierta en algún sentido o que ha desarrollado algo con mayor intensidad, sin ser por ello peor o mejor persona que nadie. Pero por desgracia también creo que existen un sinfín de fantoches que se alimentan de las atrocidades ajenas para ganar mucho dinero. »Sed listos, escucharos a vosotros mismos porque muchas veces, es en el templo del corazón donde se hallan las verdaderas respuestas y no en programas como este. Todos tenemos intuición innata, aprended a oírla, tal vez acabéis despertándola tanto como yo. Aquí se despide Sonia Bredos, hasta nunca.

 

 “Los rayos del sol entraban por los pequeños agujeros de la persiana bajada. Él dormía plácidamente a su lado, medio desnudo, y ella lo contemplaba en silencio, esbozando una sonrisa al ver como su barriguita subía y bajaba de forma acompasada.

 La noche anterior había sido maravillosa, tanto la boda civil como el convite fantásticos, rodeados por sus familiares y los amigos más allegados.

 El don había vuelto a despertarse esa mañana. Sonia sabía que en unas horas, en su interior germinaría un pequeño guisante…”

 

Llovía a cántaros y hacía frío. Ambos se miraron a los ojos, conociéndose mutuamente desde la distancia. Entonces avanzaron al mismo tiempo hasta quedar parados el uno frente al otro. Y durante un instante la gente que corría por la plaza con sus paraguas desapareció junto a todo lo demás, volviéndose una parte brumosa del decorado nocturno.

—Hola —le dijo él, dedicándole la más tierna de las sonrisas.

Sonia notó un rubor intenso en la cara. Sentía que por primera vez en su vida, el universo le había hablado de verdad. Y ahora seguía haciéndolo a través de aquellos finos labios y aquellos ojos verdes que le transmitían la más pura sinceridad.

—Hola —logró responder.

El hombre le tendió la mano y ella la aceptó, notando un cosquilleo interior.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

MARRÓN, COMO TIENE QUE SER

MARRÓN, COMO TIENE QUE SER

Novelesco se complace en presentar este relato un poco gamberrete —sobre todo el final, aviso—. La idea surgió sola y lo escribí de una sentada casi sin darme cuenta. El caso es que tengo mas ideas, así que me gustaría que me comentarais si queréis que se convierta en una nueva —y pequeña— serie. Espero que os guste ; )

Olía a mierda en la calle Saint Weller, casi más que cualquier otro día del año, una sensación que aumentaba gracias al tórrido verano que parecía golpear al viejo continente sin piedad.

Pod miró la mano de su nuevo amigo con una cara inexpresiva, centrándose en el sello de oro que contrastaba en aquellos dedos cubiertos por abundante, rizado y oscuro vello.

—¿Se la darás? —quiso saber el señor Flurch, modulando el tono de voz para que sonara agradable, pese a que no lograba esconder cierta falsedad.

—Ya le dije que no será gratis —contestó el chaval, estudiando el anillo con suma atención.

Aquel caballero había salido de la parte alta de la ciudad, estaba seguro. Y en cierto sentido, le intrigaba sobremanera que aún siguiera portando esa joya encima. Conocía a gente que sería capaz de matarlo con tal de robarle los zapatos, incluso hasta el sombrero.

—Claro que no, pequeño bribón —soltó el hombre, esbozando una sonrisa lobuna—. ¿Cuántos años me has dicho que tienes?

—Dieciséis.

—Ya eres todo un machote. Así que toma este par de monedas y dáselas a Miss Daisy después de entregarle la misiva. No te defraudará, créeme.

Pod lo miró a los ojos antes de aceptar ambas cosas en silencio. Ahora sabía que ese señor, al que acababa de conocer fortuitamente, era mucho más problemático que cualquier gañan que pululara en Saint Weller. Había algo en su forma de mirarlo que le provocaba un profundo escalofrío, y eso no solía sucederle a menudo. «Este es peligroso de narices» reflexionó, comprendiendo el motivo de que Flurch caminara tan tranquilo en una de las peores calles de La Ciudad y sin inmutarse, pasando casi tan desapercibido como una de las marcadas sombras proyectadas por el sol abrasador.

La puerta era azul, tal y como le habían indicado. El chico se acercó sintiendo el corazón acelerado, pues conocía el simbolismo que ocultaba aquel color en particular. Todos los lupanares del viejo continente lo vestían, marcándolo con orgullo en las entradas de sus locales.

Él nunca había visitado ninguno, aunque se le había pasado por la cabeza en muchas ocasiones. Pero para eso necesitaba dinero, un recurso que en su vida de ratero callejero apenas le duraba en las manos. Y todo gracias al maldito Cazatalto.

“Viejo asqueroso” prnsó al recordar a su tutor, mientras picaba con los nudillos en la superficie de gastada madera. Le parecía increíble que en tanto tiempo jamás hubiera reparado en aquel escondido callejón. Él controlaba casi todos los antros depravados del barrio, ya que le reportaban ganancias sustanciales cuando lograba robar a algún que otro cliente borracho de Sopa.

No había ni un alma y pese al desalmado día, la mayor parte de la estrecha callejuela permanecía en penumbra por hallarse encarcelada entre altos y retorcidos edificios que la engullían.

Pronto oyó pasos en el interior y la puerta se abrió, mostrándole a un gordo sudoroso que lo observó de malas maneras.

—¡Que coño quieres, jodido gamberro! —le gritó a modo de saludo.

Pod se mordió el labio, intentando no contestarle con la misma amabilidad. Ser un chico medianamente listo le había desarrollado un instinto cauto, que se acrecentaba al comparar su reducido tamaño con el de los demás. Alguno de sus amigos había fallecido al plantarle cara a gente más grande, con la cabeza aplastada por una piedra o gracias a un certero navajazo. Y como él valoraba demasiado su miserable existencia, y sabía que tenía que desconfiar de todo el mundo, se limitó a enseñar el pergamino.

Al ver el sello de lacre que lo envolvía, el hombre entornó los ojos y se apartó para dejarlo pasar.

—Te están esperando en la habitación número trece, ratilla. Es la última del piso de arriba.

El chaval respiró hondo y dedicó al mastodonte una breve mirada desafiante. Una que le permitiera mostrar un poco de asco sin que le partieran la cara. Luego, se internó en el oscuro interior.

El tugurio estaba casi vacío y olía a rancio, pero un par de señores sentados alrededor de una destartalada mesa lo miraron de forma asesina cuando se dirigía a la escalera. Los peldaños crujieron bajo sus pies mientras ascendía. Y en aquel momento podía sentir sus ojos clavados en la nuca, provocándole un nudo en la boca del estómago.

“¿Donde diablos me he metido?” se preguntó el joven al llegar al final del pasillo. Picó en la última habitación, tal y como dijera el imbécil de la entrada.

—Adelante —le llegó una voz femenina, algo cascada y rasposa.

Él entró y cerró la puerta, luego se volvió y contempló la sucia habitación, comprobando que sin duda aquel no era un burdel al que elegiría visitar libremente. Sobre una cama de aspecto usado había sentada una mujer de físico enjuto, que lo contemplaba con unos fríos ojos azules.

A Pod, Miss Daisy no le pareció fea, pese a sus facciones angulosas. Tampoco hubiera sido capaz de describirla como una beldad angelical, pero cuanto menos, no resultó ser un mal bicho a la altura de las otras personas del local. Y aparentaba estar limpia.

—Vaya, vaya, vaya —dijo ella, dedicándole una gran sonrisa en la que faltaba un colmillo—. Mira que tenemos aquí. Maldito Flurch, hijo de perra, que gusto para escoger mensajeritos…

—Creo… Creo que esto es para usted, señora…

—¡Señora dice! —exclamó la prostituta, estallando en una sonora carcajada—. ¡Un ratero con modales, qué novedad!   

Lo cierto era que Pod no solía ser muy cortés. Maleducado tampoco, había gente peor. Se acercó al lecho tendiendo la misiva y esperó, con el brazo extendido.

La mujer dejó de reírse y le arrebató el pergamino, asegurándose de tocarle los dedos de forma sensual. Después rompió el sello de lacre y lo abrió. La lectura que apenas duró un minuto.

—Ya puedes irte, chico —le dijo al terminar, mirándolo a los ojos.

Pero él no se movió. Había cumplido el encargo y ahora quería su premio. Sacó las monedas de un bolsillo del gastado pantalón y se las enseñó.

—También me dio esto —añadió, con los círculos de metal en la palma de la mano.

—Ya veo, ese ha sido tu pago. Lamento decirte que Flurch es un miserable, lo que te ha dado solo llega para mostrarte un seno, casi ni eso…

Una expresión decepcionada cruzó la cara de Pod, que esperaba algo más. No obstante se mantuvo firme con su postura.

—Pues muéstramelo —le exigió envalentonado.

Miss Daisy volvió a reírse, satisfecha por la bravuconería.

—¿Qué edad tienes, renacuajo? —quiso saber, tomando las monedas.

—Dieciséis, a punto de cumplir diecisiete —mintió el chico. Apenas había pasado una semana desde que acabara de cumplirlos.

—Pues aparentas mucho menos, con ese cuerpecito tan enclenque.

—Me lo han dicho muchas veces —dijo él, encogiéndose de hombros.

Entonces ella se abrió la túnica, justo lo suficiente como para sacarse una teta pequeñita de pezón puntiagudo.

—Voy a ser buena contigo y voy a dejar que me la chupes si quieres. He de admitir que has cumplido muy bien con el encargo, así que es un extra. Aunque antes, déjame hacerte una pregunta. ¿Cuánto hace que conoces al señor Flurch?

—Desde hace un rato. Me caí en Saint Weller y él fue el único que se detuvo para ayudarme. Luego me invitó a un poco de Sopa.

—¡Vaya! —dijo ella, sorprendida—. ¿Tan joven y ya bebes eso?

La Sopa era bien conocida en el viejo continente por ser una mezcla de licores y algo de láudano. En cada lugar la preparaban de una manera distinta, adulterándola para abaratar su fabricación. Solían llamarlo de esa manera por el aspecto consistente que tenía y pese a ser ilegal, ningún agente de la ley con dos dedos de frente cuestionaba su comercialización en lugares marginales como aquel antro escondido.

—Yo me bebí una limonada —contestó Pod—. He nacido viendo los efectos que esa asquerosidad provoca en la gente. Antes prefiero comerme la lengua.

—Chico listo, chico listo —lo interrumpió ella con dulzura, acariciándole la cabeza. Lugo cerró la mano con suavidad en torno a su nuca y lo fue acercando poco a poco—. No te preocupes, yo tengo algo más sabroso para ti…

El chaval no supo cuanto tiempo estuvo en faena. Mientras lo hacía decidió poner a Miss Daisy a prueba y la magreó con mano torpe. Ella se dejó hacer, hasta que percibió que sus caricias descendían lentamente por la zona del ombligo, captando sus intenciones.

—El mundo es un lugar cruel, cariño —dijo de forma cómica, sin oponer resistencia—. Y en breve vas a descubrir que jamás, bajo ninguna circunstancia, debes fiarte de hombres como Flurch.

El joven siguió a lo suyo y llegado al punto deseado, introdujo la mano a través de la tela, deseoso de palpar algo nuevo por primera vez. Entonces sus dedos tocaron el bulto. Tres, para ser precisos, un hecho que hizo que la empujara y la mirara con los ojos abiertos como platos.

—¡Mierda! —gritó—. ¡Pero si eres un hombre!

La prostituta se rio con ganas ante el espantado muchacho.

—¡Sorpresa…!

El chico salió del tugurio como alma que lleva el diablo y corrió dejando atrás el angosto callejón. Al llegar a la calle colindante se apoyó contra la fachada de uno de los edificios y respiró hondo, intentando calmarse. Él se había criado en Saint Weller y ya sabía que algunos hombres se vestían de mujeres, incluso que hasta lo parecían o se sentían de la misma manera que ellas. También había visto lo mismo con el género femenino. Creía a pies juntillas que el destino era caprichoso, capaz de meter un alma en el cuerpo equivocado. Y nunca le había importado, ni juzgado a nadie por tal cosa; creía que todo el mundo tenía derecho y era libre de vivir como deseara.

No obstante odiaba, odiaba con toda la fuerza de su ratero y huérfano corazón, que le tomaran el pelo de aquella manera. Así que esperó a serenarse para pensar, e ideó una travesura antes de volver con el señor Flurch. Tal vez a él no pudiera jugársela, pero…

Unas pedradas alertaron al vigilante que en seguida salió a investigar. Al abrir la puerta le llegó un hedor calentón más intenso que de costumbre… Entonces descubrió que alguien se había cagado en el umbral, para luego dedicarse a extender la mierda sobre la superficie azulada de la madera…

—¡MALDITOS HIJOS DE PUTA! —chilló fuera de sí, con los ojos llenos de rabia—. ¡YA OS PILLARÉ, JODIDOS CABRONES!

Una delgada silueta observó la escena en silencio, oculta tras unos barriles situados al principio del callejón. Una amplia sonrisa se perfiló en los labios de Pod, que no perdía detalle del espectáculo. Sin lugar a dudas, arriesgarse un poco había merecido mucho la pena y ahora, el color de la puerta se correspondía con la calidad del local que protegía.

“Ese es el tono indicado” pensó. “Marrón, como tiene que ser…”    

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

EL ASOMBRARIO. 2 RELATOS DE CONCURSO PARA ESCUELA DE ESCRITORES

EL ASOMBRARIO. 2 RELATOS DE CONCURSO PARA ESCUELA DE ESCRITORES

Novelesco se complace en presentar estos dos relatos breves escritos para el concurso de EL ASOMBRARIO, de Escuela de Escritores. La temática del mes de Octubre trataba sobre los saltos del mundo real a uno imaginario, estando prohibidos los espejos, las naves espaciales y las máquinas del tiempo. Espero que os guste y comentad ; )
RELATO 1. LA SESIÓN

Vuelva a colocar las manos —pidió la anciana.

—¿Cómo lo…? Mire, al leer su panfleto imaginé otra cosa. El yoga no es lo mío…

Arturo se rascó la nariz, sentado en el centro de aquel círculo tallado en las baldosas de mármol. El cojín era cómodo, pero después de tres respiraciones profundas, el incienso que surgía de varios cuencos situados a su alrededor comenzó a resultarle molesto.

—¿Esto no será droga? —preguntó inseguro.

La mujer, que parecía seguir escrutándolo con sus ojos invidentes, esbozó una sonrisa desde su confortable butacón de cuero repujado.

—Yo no uso esos métodos. Y sé que no ha colocado la posición correcta porque para ver, sólo me basta un ojo —alegó, dándose unos toquecitos por encima del entrecejo.

—Oh, ya… Vale, si al menos logra quitarme el estrés, saldré contento.

—Vuelva a juntar los dedos pulgar y corazón. Luego deje las manos sobre las rodillas, tal y como le indiqué.

“De acuerdo” se dijo el joven, dispuesto a obedecer.

—Ahora cierre los ojos e inspire lentamente, contando hasta siete. Después exhale, contando hasta siete otra vez. Y siga repitiendo el proceso mientras se concentra. Yo lo guiaré cuando lo vea preparado.

El silencio se impuso en la sala durante varios minutos. Arturo comenzó a relajarse, dando paso a una sensación de bienestar desconocida para él. Incluso el incienso había dejado de incordiarlo, pues ahora, su olor a musgo y a naturaleza lo acunaban en la oscuridad. De golpe, un claro rumor a agua invadió sus oídos…

—¿Dónde está? —preguntó la vidente.

—En un bosque —respondió el chico—. Hay un lago cerca…

—Vaya hacia él.

Arturo caminó despacio. Notaba el tacto de la tierra en las plantas de los pies, escuchaba como el viento mecía los árboles… Jamás había experimentado nada semejante, todo le parecía muy real.

—Ya he llegado. Algo brilla a lo lejos, su luz se cuela por mis párpados…

—Nade hacia ese resplandor —ordenó la anciana—. No tenga miedo.

El chico inició el chapuzón y braceó en línea recta, deteniéndose en un punto donde había un cálido cambio de temperatura. Por instinto cogió aire y se sumergió hondo, hasta que sus manos agarraron algo de tacto metálico, clavado en el fondo.

—¡Abra los ojos!

Arturo obedeció, comprobando que se aferraba a una espada. Entonces descubrió que se hallaba en el interior de una enorme burbuja de agua, en la sala. La vidente sonreía desde el otro lado, distorsionada, y tanta fue la impresión que quiso gritar, perdiendo oxígeno.

—¡Arránquela!

El joven hizo fuerza, se ahogaba… El arma cedió y su prisión líquida reventó, provocando un torrente que lo arrastró sin control hasta hacerlo chocar contra los pies de la mujer. Tosió mientras recuperaba el aliento perdido, miró la espada y luego a la inundada habitación, estupefacto.

—La casualidad no existe, ha sido tu destino el que te ha conducido a mí. Soy la dama del lago. Y Excálibur ha sido invocada de nuevo.

RELATO 2. INVERSIÓN

Conrado Púgil seguía a su objetivo, sin quitarle los ojos de encima. Un sobre con fotos de la mujer botaba en el bolsillo interior de su americana, al compás de sus pasos.

“Marian Histar es preciosa” pensó el hombre. “No me extraña que su marido sospeche que le es infiel”.

Aquel encargo lo había salvado de no pagar el alquiler. Y con el adelanto, incluso, había podido jubilar sus añejos zapatos. Ahora, unos bonitos y cómodos Oxford full brogue amenizaban la jornada de espionaje, volviéndola casi un placer.

El clima cambió de forma drástica cuando Púgil entró en la calle Encrucijada, que se abrió ante él extrañamente silenciosa, incluso demasiado para aquellas horas de la madrugada. Empezó a llover y entre maldiciones, se acordó de su flamante gabardina impermeable, dejada en casa.

“Voy mojado, pero desapercibido…” caviló, descubriendo que la señorita Histar se había detenido en mitad de la calzada, dándole la espalda.

“¿Por qué se ha parado ahí?” analizó. Salvo él, no había nadie en las aceras. Decidido a pasarla de largo, continuó adelante. Pero cuando ambos se cruzaron la mujer se volvió para mirarlo, dedicándole una encantadora sonrisa.

—Tenía ganas de conocerlo, detective.

Conrado se detuvo y la miró directamente a los ojos.

—Tiene aptitudes sobresalientes para ser un humano.

—¿De qué me habla señorita?

—Deje que lo adivine. ¿Un marido celoso lo ha contratado para seguir a su esposa infiel?

El hombre dudó. En veinticinco años de profesión jamás le había sucedido algo semejante.

—Está bien, me ha descubierto —respondió, abriendo los brazos—. Ahora hágame el favor de regresar a la ace…

—Yo le invito a venir —lo cortó ella—. Hay pocos coches aparcados y la calle es ancha, por lo que aquí dispondremos de mayor movilidad. ¡Venga, deprisa! ¡Ya han llegado!

Púgil percibió un hedor desagradable y notó una presencia tras él. Algo lo arañó en el brazo, rasgándole las capas de tela y la piel… Entonces su instinto le obligó obedecer.

—¡¿QUÉ NARICES…?!

Unos seres extraños y aterradores surgían de todas partes y los rodeaban, exhibiendo afiladas garras. Conrado se quedó paralizado, antes de reaccionar y sacar la pistola.

—Lo mejor es que no estoy casada —añadió Histar, guiñándole un ojo—. Y usted ha sido un cebo perfecto, sabían que era mi tipo y me atraería al juego.

—¡¿QUE SON ESAS COSAS?!

—Demonios de otro mundo.

—¡LECHES!

—Por suerte, con un truquito de bruja bastará.

La mujer dio un salto y hubo un temblor. Después Púgil dejó de tocar el suelo, igual de ingrávido que los monstruos y los coches… De repente sintió que lo succionaban, como si la gravedad se hubiera invertido y cayera hacia arriba, al igual que la lluvia. Ella lo agarró de la muñeca, mientras las farolas salían despedidas junto al mobiliario urbano.

—¡Todos a volar! ¡Vuestro jefe aprenderá a no tomarme por tonta!

—¡DIOOOOSSSS! —bramó el detective, soltando la pistola para poder agarrarse mejor.

—Tranquilo guapo, a ti no te dejo. Y por cierto, bonitos zapatos nuevos.

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El asombrario. 2 relatos de concurso para Escuela de Escritores por Ramón Márquez Ruiz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

UNA NOCHE INOLVIDABLE. SEGUNDA PARTE

UNA NOCHE INOLVIDABLE. SEGUNDA PARTE

Novelesco se complace en presentar el desenlace de Una noche inolvidable, un relato escrito para Halloween. Espero que os guste ; )

Cuando las puertas del ascensor se cerraron Harry contuvo el aliento. No podía dejar de pensar en Charly y lo importante que era para él. La idea de que le hubiera sucedido algo tan horrible le aguijoneaba la cabeza, como si le clavaran espinas en las neuronas. “Dios, escúchame” rogó mentalmente, mirando al techo por instinto y apretando la lámpara bien fuerte; si su mujer y sus cuñadas existían, tal vez… “Haz que mi hermano aún no se haya liado con esa cosa, por favor, te lo suplico…”

Al llegar a la primera planta sonó una campanita que despertó al hombre de sus ensoñaciones. Las puertas metálicas se abrieron y él abandonó la cabina apresurado, en busca de la habitación número trece. Hasta la cifra le daba grima en aquel momento, un detalle al que en otras circunstancias, no le hubiera prestado la más mínima atención.

En el pasillo no había ni un alma y una de las bombillas del techo destellaba provocando un efecto grotesco, a película de terror añeja. Harry echó a correr desesperado, recordando el comportamiento que las luces habían tenido en su suite durante la trasformación de Érica… Unos minutos después dio con la puerta indicada, resoplando y bañado en un sudor helado. Comenzó a picar como un loco, al borde de la histeria…

—¡Charly! —lo llamó insistente— ¡Charly, si estás ábreme, joder!

Se oyó movimiento en el interior de la estancia y varios pasos que se aproximaban. Unos instantes después su hermanito se asomó al pasillo, a medio vestir, aún con los pantalones del traje puestos y los zapatos abrochados. Manchas de carmín le adornaban el cuello, junto a un contundente chupetón.

Al verlo Harry lo abrazó al borde del llanto y comenzó a besarlo en la frente, algo que no había hecho jamás.

—¡¿Pero tío, que haces aquí?! —quiso saber Charly, sorprendido por la efusividad del momento.

El hombre notó que algo duro se le clavaba en la pierna y se apartó veloz.

—¡Dime por Dios que tienes el teléfono en el bolsillo…!

—Pues va a ser que sí… —contestó el chico, poniéndose colorado mientras lo escrutaba de arriba abajo. Sus ojos se detuvieron en la lámpara, un poco entornados—. Vienes en muy mal momento, mamonazo. Tengo a Zafiro a punto de caramelo, poniéndose algo sexy en el baño… Es puro fuego tío… ¿Pasa algo? Pensé que ya estarías en pelotas, dándole caña a tu súper mujer…

—¡Joder chavalote, no seas bruto! —le soltó Harry, dándole una colleja.

Su hermano olía a alcohol y percibía que iba con el puntillo. “A ver cómo le explico que se le ha acabado la fiesta” pensó. Entendía perfectamente sus pretensiones, eran algo tan natural como respirar. Pero prefería morir antes que dejarlo en manos de su cuñada. “Improvisa, joder…” se regañó mentalmente.

—No puedes liarte con ella —alegó a destajo.

—¡Has de ir muy ciego para pensar que no lo voy a hacer! ¡Voy caliente como una nutria!

“Cabroncete” se dijo el hombre.

—Escúchame bien —añadió, poniéndose lo más serio y tajante que pudo. El corazón le palpitaba tan fuerte que le dolía el pecho. Tenía que aprovechar la ventaja de que su cuñada no se hallara presente…— Érica me ha contado que Zafiro está desequilibrada y es peligrosa.

Charly estalló en una sonora carcajada.

—Sí, estás de coña. Ahora en serio, ¿Os ha pasado algo? ¿Por qué llevas esa lámpara…? Oh mierda, dime que no te han puesto los cuernos… ¡JODER! ¡¿QUIÉN HA SIDO, QUE LE PARTO LAS PIERNAS?!

“Por mucho que me cueste asimilarlo, si hubiera sucedido algo así sería más fácil” reflexionó Harry. Presentía que se quedaba sin tiempo…

—¡No seas bruto, que Érica no me ha engañado con nadie! —contestó, recordando al viejo del pasillo—. Te lo digo de verdad, me ha mandado en tu busca, angustiada. Zafiro es peligrosa…

El chico le dedicó una intensa mirada, como si deseara discernir la autenticidad de sus palabras.

—¿La lámpara es por ella? —inquirió dudoso—. ¿Has tomado drogas en el banquete y no me has invitado, cabrón?

—¿Qué? —preguntó el hombre, empujándolo para entrar en la habitación, en busca de algo que ponerle en la parte superior del cuerpo.

Encontró las piezas faltantes del chaqué tiradas de cualquier manera en una silla y las cogió en un montón con una sola mano, sin darle muchas vueltas. Tenían que salir de allí en cuanto antes… Miró un segundo hacia el baño, acongojado…

—¡Nada de drogas, te lo tengo prohibido y lo sabes! —le reprendió—. ¡Ahora hazme el maldito favor de vestirte, que nos vamos…!

Le tiró el bulto de ropa y la camisa cayó a los pies del muchacho, que seguía quieto, analizando la situación.

—¡Venga!

Harry parecía realmente asustado, tanto, que Charly obedeció rechistando por lo bajo.

—Mira que joderme un polvazo como este —susurraba con el ceño fruncido mientras se agachaba—. Pues menos mal que me has pagado tú la habitación…

Cuando se hubo puesto la camisa y el chaleco sin abrochar, el chaval miró un momento en el bolsillo interior de la levita, para asegurarse de que tenía la cartera… Entonces su hermano se plantó junto a él y lo agarró del brazo con fuerza, dispuesto a estirarlo si era preciso…

En ese momento se abrió la puerta del lavabo y Zafiro salió lentamente. Los dos la miraron con los ojos muy abiertos y el chico soltó un silbido sin poder contenerse.

Ella llevaba el oscuro cabello recogido en una coleta, e iba vestida con un conjunto de cuero negro que se ceñía sobre sus curvas, destilando una increíble sensualidad animal. Sus piernas de modelo quedaban realzadas por unas botas altas, que le llegaban hasta las rodillas. Iba tan arrolladora que hasta Harry alucinó.

—Vaya, vaya, vaya —dijo Zafiro, picándose en la mano con una fusta, un detalle que logró dibujar una sonrisa en el rostro del muchacho—. Pero mira a quien nos ha traído la providencia. Veo que sigues por aquí, cuñado, que grata sorpresa.

—Ni se te ocurra moverte de ahí.

—Para que luego digan que el amor no es un incordio —contestó ella, dando un pasito provocador—. Deja que lo adivine, Érica no ha podido hacerlo sin confesarte su secretito, ¿Verdad?

Charly los estudió a los dos, confuso por la extraña conversación. Ante él tenía al pibón más extraordinario que había visto jamás… Aunque la actitud de Harry…

—¿De que habláis? Nena, estás tremenda…

—Gracias guapo. ¿Por qué no ignoras a tu hermano y vienes conmigo? Creía que te gustaría el cuero…

—El cuero me mola mazo —dijo el chico.

Una sonrisa traviesa se perfiló en los rojos labios de la mujer.

“Oh, grandísima mierda” se dijo Harry, colocándose delante de Charly, sin pensar. Perder aquella batalla contra la tentación del crío era tremendamente fácil, y no podía culparlo.

—Nos vamos ahora mismo… —soltó, modulando la voz para que sonara severa. “¿Érica, donde diablos estás?”

—Me pregunto si mi querida hermanita te ha contado toda la historia —expuso ella socarrona, avanzando otro paso. La fusta volvió a chocar contra su palma, haciendo un ruido contundente que resonó por toda la habitación.

El hombre la miró inseguro, y supuso que tenía parte de razón. Los acontecimientos habían ido tan atropellados que la conversación con su mujer había quedado inconclusa…

—Verás, cuñadito —añadió Zafiro, aprovechando el silencio—. Voy a contarte yo algo. Érica es adorable, pero tremendamente insegura. Hace veinte años Adara la convenció para que fuera a ver a una vidente de la ciudad, que resultó ser auténtica. La mujer en seguida captó la naturaleza de mis hermanas, porque no era distante a la oscuridad del mundo, la conocía…

“Una adivina de la ciudad” repitió Harry en su cabeza. Eso le sonaba. La curiosidad se mezcló con el instinto de supervivencia, que le indicaba una y otra vez que debían echar a correr por un peligro inminente. Pero necesitaba información…

—¿Y sabes lo que dijo? —preguntó ella, avanzando otro paso.

—Dímelo tú, preciosa —respondió él, fingiendo valentía.

Charly escuchaba la conversación en silencio, sin comprender lo que sucedía.

—Hay un hombre para ti —recitó Zafiro—, un semental inmune a tu don mortal. No lo reconocerás a la primera y fallarás, cegada de amor. Pero vuestros destinos están unidos a fuego desde los albores del tiempo… —estalló en una sonora carcajada.

Harry se quedó paralizado, una parte de su ser vibraba con aquellas palabras. Eran dos coincidencias que desde luego, daban que pensar.

—Es trágico ¿verdad? —siguió hablando la mujer—. Érica juró que nunca erraría, mi ilusa hermana. Cinco bodas y las falló todas, acabando con sus maridetes. Es una viuda negra en potencia, y todo por culpa del amor.

—Joder, ¿que está pasando aquí, Harry? Esto es raro de cojones —explotó Charly.

—Pasa bonboncito, que bastante tiempo después del último chasco acabado en desgracia, apareció tu hermano y la volvió loca, logrando trastocarla lo suficiente como para que pensara que él, era quien predijo la adivina. Un tipo guapo pero rechoncho, tierno y de buen corazón, pureta…

—Solo tengo treinta y cinco años, soy joven todavía y no estoy gordo —matizó el hombre por impulso, un poco mosqueado ya con el mundo.

—No te ofendas, solo estás un poco dejado. Pero eres tentador, mucho. De hecho he ido a por tu hermano porque es una versión más joven de ti… y virgen…

—Ya te he dicho que no soy virgen, nena —puntualizó Charly.

Zafiro lo ignoró, centrada en su cuñado.

—Lo has notado, ¿verdad? —continuó hablando—. El miedo, la inseguridad con la que ha decidido confesarse, supongo… Los varones sois un poco limitaditos, así que por si un caso, yo te lo explico. Ella te quiere tanto, que te ha dado la opción de decidir, nunca se había enamorado así con anterioridad. ¿No lo has visto? ¡Espera, pero si es probable que hasta te cagaras encima del susto!

Harry no podía hablar. Su cerebro daba vueltas…

—Mi pobre hermanita, con sus cuernos rositas y sus bonitas alitas de angelito caído…

—¿Como que cuernos rositas? ¿Y que coño es eso de la viuda negra? —preguntó el chico, mirando a su hermano mayor.

Los músculos de la mujer se tensaron, como lo haría un felino antes de atacar.

—Lo has entendido bien, guapo —dijo, de forma agresiva.

—Charly, corre —le susurró el hombre, reaccionando ante el cambio de actitud.

—¡Me refiero a unos como éstos!

Entonces las luces de la habitación comenzaron a parpadear, al compás de la transformación… Unas enormes astas de tonos granates le surgieron de la frente mientras sus ojos dejaban de ser azules, para volverse rojizos como la sangre. Al mismo tiempo, unas alas de murciélago le asomaron por la espalda, dándole un toque aterrador…

Los hermanos gritaron angustiados y Harry le tiró la lámpara a la cabeza, antes de estirar de Charly y echar a correr por el pasillo, rumbo a la tercera planta.

—¡¿Qué cojones está pasando?! —quiso saber el chico, histérico— ¡Zafiro es un puto demonio!

—¡Ya te lo explicaré, ahora corre…!

“Tenemos que llegar junto a Érica…” pensó acelerado. El suelo de mármol pulido resbalaba cosa mala con sus zapatos de hebilla…

—¡Voy a daros un poco de ventaja, cuñadito! —les dijo la bestia bien alto, desde la habitación—. ¡Contaré hasta tres!

El pasillo se hacía interminable. El hombre pasó de largo el ascensor, en busca de las malditas escaleras, pues no le parecía nada prudente encerrarse en un cubículo…

—Uno…

—¡POR DIOS TÍO, QUE YA VIENE!

—Dos…

Ambos patinaron un segundo y lograron no caerse.

—¡TRES!

Llegaron a una esquina y Harry se volvió antes de cruzarla. Zafiro ya corría tras ellos, con una sonrisa diabólica dibujada en el rostro…

Cuando iban por la mitad del nuevo corredor, Clara apareció por las escaleras, situadas justo al fondo y separadas por una cristalera…

—¡AGACHAOS AHORA! —les ordenó, acercándose a toda velocidad…

Los dos se dejaron caer al suelo de culo, resbalando por el piso y la monja les saltó por encima… Harry la siguió con la mirada, captando todos los detalles… Cuando ella estaba en aire sobre sus cabezas, las luces parpadearon de nuevo mientras se transformaba, para acabar golpeando a Zafiro en la cara, que ya se hallaba tras ellos… El impacto levantó una onda de energía que arrancó los cuadros de las paredes y la tiró varios metros más allá, junto a los objetos decorativos.

—¡TE LO ADVERTIMOS! —le chilló Clara.

Su hermana se levantó de forma antinatural, como si manos invisibles la alzaran por la espalda. Le sangraba un poco el labio inferior y la fusta había desaparecido…

—¡Ha llegado la defensora de Dios! —soltó cómica—. Él se ha sentenciado a muerte al casarse, ¡¿Es que no lo ves?!

—¡¿Y tú qué sabes?!

Charly logró ponerse en pie el primero y ayudó a Harry, que no podía apartar los ojos de sus cuñadas… El contraste entre ambas resultaba espectacular, incluso los colores de los cuernos o las formas de sus alas indicaban la enorme diferencia… De repente recordó a Érica, con las astas rositas… ¿Cómo había podido ser tan necio? Ahora lo veía con absoluta nitidez… Ella no le había mentido, había sido dolorosamente sincera con él desde el principio…

—No quiero hacerte daño, hermanita. Ambas sabemos que mi dieta rica en machotes muertos me hace más fuerte que todas vosotras juntas…

—A menos que él sea el esperado —puntualizó la monja, con la voz tensa. Su hábito había quedado dañado al salirle unas alas plateadas.

—¡Y una mierda! —Zafiro estalló en una rotunda carcajada, que resonó por el pasillo como un eco diabólico—. ¡No sé ni cómo no hemos ardido en esa jodida iglesia, mojigata de las narices! ¡¿No ves lo enamorada que está Érica?! Cuando ese trozo de carne muera yo me encargaré de hacerla mejor, le mostraré el auténtico camino…

—¡Vete a la porra, jodida zorra monstruosa! —le gritó Charly—. ¡No tengo ni puta idea de que va todo esto pero tú eres una perra del infierno! ¡Clara, patéale el culo!

La mencionada se volvió un segundo para mirarlos, con una tenue sonrisa dibujada en el rostro.

—Os daré un poco de ventaja, pero no podré contenerla. Harry, encuentra a Érica. Ella no se acordaba de cuál era la habitación, está buscándoos en la segunda planta… Y llamad a las otras, las vamos a necesitar… ¡Marchaos, venga!

El hombre no podía moverse y permaneció inmóvil, hasta que su hermano lo estiró varias veces para hacerlo reaccionar.

—Gracias —logró decir, antes de emprender la huida de nuevo…

Una vez en las escaleras su cerebro reaccionó y se detuvo en seco. Algo le susurraba que todo había sido una estrategia de Zafiro para atraerlo…

—Vamos a separarnos.

—¡¿ESTÁS LOCO O QUE TE PASA?!

Harry agarró a su hermano de la cara, mirándolo a los ojos. No tenían tiempo… El estruendo de golpes contundentes les llegaba desde el pasillo, la vidriera temblaba…

—Zafiro me ha querido desde el principio, tú eres un cebo. Si franquea esta puerta te dejará en paz, así que corre hacia recepción y abandona el hotel. ¿Tienes el teléfono?

Charly se mordió el labio al borde del llanto y buscó en los bolsillos del pantalón, palpando el móvil…

—Lo tengo tío.

—¿Y el número de alguna de las chicas?

—El de Adara, creo. Pero no voy a dejarte solo… Tú siempre has estado conmigo…

El hombre lo abrazó, acariciándole la cabeza. Necesitaba sacar a su hermano de aquel embrollo, jamás se perdonaría a sí mismo si lo perdía…

—Te quiero mucho, ¿lo sabes verdad?

—Claro que lo sé, no seas idiota… Yo a ti también…

—¡Pues corre y sal de aquí! No pares hasta que hayas cruzado varias calles y llama a Adara cuando estés a salvo… Ella es buena, te lo prometo…

Ambos se apartaron y se dedicaron una última mirada, emocionados. Sabían que podía ser una despedida… Entonces Charly inició el descenso sin añadir nada más y Harry salió corriendo escaleras arriba, abrumado por todo. Cuando hubo llegado al segundo piso escuchó gritos y varios disparos… Después se hizo un silencio estremecedor, hasta que oyó como los cristales reventaban. Luego una voz familiar lo llamó…

—Cuñaditoooo.

No había ni rastro de Érica y el hombre entró en el nuevo pasillo, siguió avanzando lo más rápido que le permitían las piernas. Volvió a oír el estruendo de vidrio hecho añicos pero no miró… Cuando se disponía a girar la esquina unas manos de uñas rojas lo agarraron del cuello y lo lanzaron con fuerza hacia atrás, se sintió flotar durante unos instantes…

El impacto contra el piso fue duro y su cuerpo resbaló por el mármol varios centímetros. Le dolía mucho la cabeza, veía borroso y le pitaban los oídos…  Notó aguijonazos en la espalda y en el cuero cabelludo…

—Buena estrategia la de separaros, guapo —añadió Zafiro, pisándole el pecho. Su tacón de aguja se le clavó en la carne, haciendo que soltara un quejido de dolor—. Pero no te preocupes, Charly será mío tarde o temprano, soy una depredadora paciente…

La visión de Harry fue recuperándose lentamente, al mismo tiempo que la presión sobre su esternón se hacía mayor… La bestia lo miraba triunfal, con varios rasguños por todo el cuerpo y una de sus alas mostraba un evidente agujero de bala…

—Clara me ha dado guerra, pero no he tardado en noquearla. Tranquilo, yo no mato a mis hermanas… Aunque… ¿Sabes una cosa?

—Arrrde en el… infierno…

Su cuñada apartó el pie y le propinó una patada en los genitales, que lo hizo retorcerse…

—Se ha armado un buen jaleo allí abajo cuando os habéis marchado. Ha comenzado a salir gente de sus habitaciones, alarmada, y en cuanto me han visto se han escondido como ratas asustadas. Incluso he tenido que matar a un pobre cretino de seguridad y a un policía. ¿Te lo puedes creer? ¡Hasta me han pegado un tiro!

—Es… Espero que te duela, jodida loca —logró decirle él, con un hilo de voz, cubriéndose los testículos con las manos.

—¡Pues duele, tienes razón! Pero te follaré y me curaré, y tú te convertirás en un rechonchito cadáver. ¿No te parece divertido?

Por instinto Harry miró entre las piernas de Zafiro y vio que Érica se aproximaba lentamente hacia ellos. Mostraba su auténtica forma y sus ojos iridiscentes brillaban con una intensidad cegadora, cargados de ira. Supo que necesitaba distraer a su agresora…

—Antes de saltar al sexo… tendremos que ver si… si me has castrado, gilipollas.

—No tendrás esa suerte, cariño. He controlado al máximo, sólo quería hacerte sufrir un poco. Voy a disfrutar mucho contigo, quiero que sepas que siempre me has gustado, incluso a pesar de los michelines.

Harry se puso de costado. Descubrió que se hallaba rodeado de trozos de cristal y supuso que se había clavado algunos… también había sangre…

—Me debes una explicación —dijo, intentando ponerse en pie… le faltaba el aire…—, sé que no me lo has contado todo…

—Tienes razón. Pero lo haré cuando hayamos vuelto a la habitación de Charly, necesitaremos un poco de intimidad… Por cierto, ¿Te has dado cuenta de que tu querida mujer te ha dejado abandonado? Esperaba más de mi pusilánime hermanita, que decepción…

El hombre sonrió y dedicó a su cuñada una radiante sonrisa.

—No lo ha hecho —matizó…

Ella lo miró intrigada antes de recibir una fuerte patada entre las piernas, que la hizo salir despedida hacia arriba rebotando contra el techo. Una nube de yeso los cubrió como una manta, mientras caía al suelo como un ladrillo y Érica la agarraba de los pies…

—¡Eres-una-tremenda-hija-de-puta-y-esto-no-te-lo-voy-a-perdonar-nunca! —soltó ésta, mientras la estampaba contra las paredes una y otra vez, antes de arrojarla por el pasillo…

Zafiro salió despedida e impactó en el suelo de cara, sonó un crujido estremecedor… Varios segundos después intentó ponerse en pie…

—Serás traidora, ¡Me has roto los cuernos! —exclamó sorprendida, volviéndose para mirarlos.

Érica corrió hacia ella y saltó sobre su espalda con las piernas juntas, aplastándola en el suelo…

—Es… imposible… —susurró su hermana, escupiendo varios dientes—. ¡Yo soy la más poderosa!

—Me parece que ahora ya no…

Harry vio como su mujer pisaba la espalda de Zafiro y le estiraba las alas con determinación, hasta  arrancárselas de cuajo… Ella chilló retorciéndose de dolor, quedando inconsciente varios segundos más tarde… Entonces él comenzó a marearse y todo se volvió oscuro…

—Hay un hombre para ti, un semental inmune a tu don mortal. No lo reconocerás a la primera y fallarás, cegada de amor. Pero vuestros destinos están unidos a fuego desde los albores del tiempo —escuchó una voz que le resultaba familiar.

El hombre descubrió que ya no se hallaba en el hotel, sino en una habitación de paredes oscuras. Se sentía ingrávido, como si flotara… En la estancia había tres mujeres que reconoció sin esfuerzo…

Érica y Adara miraban a la adivina con expresiones de sorpresa, la misma que él había visitado dos años atrás, pese al cambio físico…

—Cuando él acepte tu luz envuelta de tinieblas —prosiguió hablando la vidente— sanarán heridas del pasado y recientes, despertando así un increíble poder que late en vuestro interior, un poder que te convertirá en la reina sobre tus hermanas y las de tu especie. Ambos ya os habéis buscado en otras encarnaciones y existís para encontraros en ésta, de vuestra unión nacerá solamente la vida y la opción de cambiar el mundo. Porque el bien no existe sin el mal, y la oscuridad palidece si del horizonte no surge el sol. Un equilibrio se restablecerá en el cosmos, así lo dictan las estrellas…

De repente la escena se volvió brumosa hasta desaparecer. Harry reapareció frente el altar aquella misma mañana, siendo testigo invisible del sí quiero y del primer beso de su matrimonio. Sintió otra vez ese hormigueo lleno de calor, llamado ilusión. Y supo que amaba y amaría a su esposa por siempre jamás, que gozaría en su compañía hasta la eternidad…

Regresó la oscuridad y el hombre notó unas gotas que le caían sobre la cara. Alguien lo abrazaba y lo mecía lentamente, sollozando… Abrió los ojos despacio, viendo que era su mujer quien lo acunaba.

—Érica —la llamó, sorprendiéndola.

Al ver que seguía con vida ella lo miró y le sonrió, llena de esperanza. Su marido no se fijó en los cuernos, ni en las alitas negras que le asomaban por la espalda, solo podía contemplar aquellos hermosos ojos iridiscentes…

—Pensé que te había perdido, cariño. Lamento que haya pasado todo esto, estaba tan aterrada…

—Shhhh —la interrumpió Harry, haciéndola callar—. Veo tu luz envuelta de tinieblas…

Al oír eso ella abrió la boca llena de asombro y él la besó. Al entrar sus labios en contacto un potente fulgor emanó de sus cuerpos y las plumas negras de Érica cambiaron de color, para volverse de un blanco nacarado. Varios segundos después algunos trozos de cristal salieron despedidos del cuerpo de Harry, sus heridas humearon y sanaron por arte de magia, y un piso más abajo, dos hombres que habían perdido la vida luchando contra un monstruo despertaron de nuevo y se alzaron, totalmente ilesos.

Las plantas naturales del hotel florecieron con intensidad, al compás de las sirenas de algunas ambulancias y los coches de policía que llegaban al recinto por todas partes. La gente se atrevió a salir de sus habitaciones, respirando tranquilos. Una paz idílica se extendió en el ambiente, cuando el sol asomó por el horizonte.

Los amantes supieron que se habían buscado en la perdida Atlantis, en la olvidada Babilonia, en las lejanas pirámides de Egipto y un millar de lugares a lo largo del tiempo. A partir de aquella noche inolvidable, nada ni nadie podría separarlos jamás…

 EPÍLOGO

Charly se miraba en el espejo de reojo, mientras Harry le anudaba la corbata. Ambos se hallaban en la bonita casa que el matrimonio había comprado hacía poco, para dar comienzo a su vida en común.

—¿Por qué tengo que arreglarme tanto? —le preguntó el chico a su hermano mayor.

—Pero si vas guapísimo —alegó Érica, desde la puerta del cuarto de invitados.

El hombre sonrió a su mujer y terminó el nudo, ajustándolo.

—Pues porque espero que esta noche sea inolvidable para ti.

—¡Anda ya! El mes pasado sí tuvimos una noche inolvidable, madre mía, aún me cuesta creerlo. Faltó muy poco para que esa jodida loca nos matara a todos… Y pensar que me lie con ella… —al decir eso Charly miró a su cuñada, disculpándose.

—No pasa nada, tranquilo. Te aseguro que Zafiro no volverá a molestarnos.

La pareja se había visto obligada a explicar al muchacho una parte de la verdad, lo justo para que pudiera comprender la extraña aventura que había vivido. Él era muy importante para todos, merecía saberlo.

—Ahora te toca a ti disfrutar un poco —puntualizó Harry—. Has de dar una buena impresión, te hemos concertado una cita con una señorita en un lujoso restaurante.

—¿Estáis de broma? ¿No me habréis pagado una Score?

El hombre soltó una carcajada.

—¡No! —respondió entre risas.

—¡Mira que eres bestia! —lo regañó Érica, dedicándole una encantadora sonrisa—. Es algo mucho mejor, cariño. ¿Recuerdas a Sandra, la pareja de mi hermana Martina?

El chaval asintió intrigado, arqueando una ceja. Habían cenado juntos la semana pasada.

—Resulta que tiene una hija muy guapa que se llama Sophia y es de tu misma edad. Acaba de volver del extranjero, ha estado estudiando fuera unos años y no conoce a mucha gente, así que hoy vas a cenar con ella.

—¡Madre mía, vaya par! Sandra es humana, ¿verdad? No capté nada extraño en ella…

—Tan humana como tú —respondió Harry, antes de mirar la hora en su reloj—. Os caeréis de maravilla, ya lo verás. Por cierto, tenemos que hablar y nos queda poco tiempo, en cinco minutos llega la limusina…

—¡No fastidies! —exclamó Charly—. ¿Me habéis alquilado una limo y todo? Estáis como una regadera…

—Te lo mereces de verdad, guapo —le dijo Érica, dándole un beso en la mejilla—. Os dejo solos para que tengáis una conversación de machotes.

Al cerrarse la puerta el hombre le pidió la cartera a su hermano. Cuando éste se la tendió intrigado, se sacó unos condones del bolsillo del pantalón y los metió dentro.

—Posiblemente hoy no vayas a usar ninguno, casanova, pero prefiero que los tengas siempre contigo. Es algo que hubiera hecho papá de haber seguido con nosotros.

Ambos cruzaron una intensa mirada.

—Y toma —añadió Harry, sacando un zaco de billetes que también introdujo en el interior—. Hay mil quinientos dólares. Quiero que os lo paséis genial esta noche, con mucho cuidado, eso sí. Después de la cena el conductor os llevará a ver un concierto de Jazz, a ella también le gusta esa música.

—Estás muy loco tío, de verdad.

—Te quiero mucho, campeón —le dijo el hombre, guardándole la billetera en el bolsillo interno de la americana—. Ahora escúchame atentamente. El sexo es genial, pero es el amor el que mueve los verdaderos engranajes del corazón. Eres un chico maravilloso, ya te llegará, no fuerces las cosas. Tú déjate llevar, disfruta de la vida y siendo responsable, por supuesto.

—De acuerdo —soltó Charly, abrazándolo…

La limusina arrancó en busca de la cita y la pareja la observó alejarse, en silencio.

—¿Le has dado los condones? —quiso saber Érica, mirando a su marido de reojo.

—Si —respondió Harry, rodeándola con un brazo—. No creo que los use aún, aunque prefiero que se acuerde de que existen. Y creo que se van a gustar, lo presiento.

—Yo también, señor Getty —afirmó ella, cogiéndole la mano.

Ambos desprendieron un haz de luz cuando se besaron, con el firmamento estrellado como testigo. Según la extraña predicción que los había unido tenían el poder de cambiar el mundo a mejor, pero… ¿Qué mal hacían si daban el primer paso, intentando mejorar el de los seres queridos?

Al entrar en casa y sentarse en el sofá bien juntitos, el hombre encendió el televisor, saliendo un telediario.

—¿Ataque de demonios en el centenario hotel Luxury? —anunció el presentador—. No se pierdan unas nuevas imágenes exclusivas, de ésta noticia dantesca que parece recién sacada de Halloween y nos ha vuelto locos a todos. Fueron captadas por un guardia de seguridad en pleno altercado, acontecido en el conocido edificio el pasado sábado…

Una fotografía de Zafiro surgió en el lado derecho de la pantalla, justo en el momento en el que le pegaban un tiro.

—Tu hermana sale horrible —bromeó Harry.

—La verdad es que sí. Fuiste muy gentil cuando me pediste que le curara las alas, sinceramente no sabía si hacerlo…

—Le diste una señora paliza, cariño. Y aunque no quiero verla a dos palmos ni de Charly ni de nosotros, tal vez pueda redimirse.

—Clara y el padre Karras también lo creen.

—¿Y tú, cielo?

—Mentiría si dijera que no —respondió Érica, besándolo con ternura—. ¿Qué tal si nos vamos a la cama? Me siento muy traviesa…

El hombre dio un respingo y en seguida apagó la tele, esbozando una sonrisa…

Licencia Creative Commons
Una noche inolvidable, segunda parte por Ramón Márquez Ruiz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

UNA NOCHE INOLVIDABLE. PRIMERA PARTE

UNA NOCHE INOLVIDABLE. PRIMERA PARTE

Novelesco se complace en presentar la primera parte de Una noche inolvidable, un relato escrito con motivo del inminente Halloween. No soy un hombre que celebre mucho fiestas anglosajonas, aunque sé ver que para temas creativos da mucho juego. Espero que os guste y que sigáis conmigo el 31 de Octubre, cuando se estrenará el desenlace de esta aventura. Para ir directamente a la segunda parte, clicad en el Continuará del final ; )

—¿Cariño?

—Dime amorcito —contestó Harry Getty, mientras orinaba.

Érica no dijo nada, por lo que él siguió a lo suyo, tranquilo, repasando los espléndidos acontecimientos del día. La boda había salido de fábula, perfecta, y por fortuna no iba demasiado bebido, algo que juzgó como todo un acierto…

Al terminar, el hombre se miró en el espejo del baño, esbozando una sonrisa. En la habitación lo esperaba un auténtico pibón, que además, ahora era su mujer…

“Madre mía, me siento como en un sueño” pensó, aflojándose el nudo de la corbata. Acababan de llegar al hotel, aún no había tenido tiempo ni de quitarse el chaqué. Tras entrar en la suite con su esposa en brazos y despojarse de la levita, las necesidades humanas, alimentadas por el alcohol, lo habían forzado a correr al lavabo como alma que llevaba el diablo.

Y en aquel momento de pausa, antes dar el pistoletazo de salida a su matrimonio reciente, contemplar su reflejo regordete en el cristal le hizo pensar. Tenía un poquito de sobrepeso, era innegable. Pero al ser alto y ancho de huesos, tampoco contrastaba demasiado. Una abundante mata de pelo rubio aún bien peinado, y una barba espesa y arreglada enmarcaban sus facciones de ojos marrones, disimulando en su rostro los kilitos que tal vez debiera perder. “A la porra, lo importante no es la barriga cervecera, sino lo que tengo entre las piernas” reflexionó. De repente se sintió nervioso, increíblemente feliz y excitado, pero tenso… “Venga machote, respira. Vais a reventar hasta la cama, eres un semental…”

Esa palabra activó un recuerdo de su pasado, logrando que su mente retrocediera dos años atrás, cuando Lohan, su mejor amiga y madrina, lo llevó a ver a una conocida adivina de la ciudad. “Serás hombre de una sola mujer” le había dicho la vidente aquel día. “El año que viene conocerás a tu amor verdadero, una señorita que no será lo que aparenta; y tras un corto noviazgo y una boda, ella te ayudará a descubrir tu verdadera naturaleza de semental. Gozarás, hasta la muerte y la eternidad…”

Harry se rio de forma silenciosa, más relajado; el recuerdo era cachondo, cuanto menos. “Todavía no sé cómo pude dejarme arrastrar a ese sitio” se regañó divertido. Aunque si lo pensaba con detenimiento, en algunos puntos la insólita predicción no había ido tan desencaminada…

Llevaba con su pareja seis meses justitos. Y tanto su familia como sus amistades se alarmaron al enterarse de que en tan poco tiempo, ya planeaban la boda. Pero Érica fue disipando las dudas de todos, ganándoselos con su increíble forma de ser. Cierto era que aún no habían consumado ningún contacto carnal, pues ella le había rogado que esperaran a la noche de nupcias; una petición extraña que él, mostrándose comprensivo, y un poco temeroso de perderla, había aceptado sin rechistar, al conocer la desventurada y movidita vida sentimental que había padecido…

—¿Estás bien, cariño?

Al escucharla el hombre salió de sus ensoñaciones, activándose como un resorte. Abandonó el baño y al mirar a la cama, notó como se le aceleraba el pulso…

Érica lo observaba desde el colchón, tumbada en una pose que destilaba sensualidad por todos los poros de su cuerpo escultural. Del bonito vestido de novia ya no quedaba ni rastro, había sido sustituido por un conjunto de lencería fina. Hasta llevaba ligueros, un detalle que lo volvió loquísimo.

—Tranquila nena, todo bien —Harry logró responder, mientras sus dedos se afamaban por desabrochar los botones del chaleco. La ropa comenzaba a sobrarle de una manera…

—Venga aquí, señor Getty —le pidió ella, adornando el gesto con un grácil movimiento de brazo, que no logró ocultar un poco de nerviosismo.

Él llegó a la cama y comenzó a besarle el cuello. La erección ya quedaba evidente bajo los pantalones, un detalle que la mujer captó al vuelo.

—Hay una cosa que necesito explicarte y no sé como hacerlo… —soltó Érica, con una chispa de inseguridad en la voz.

—Tranquila preciosa, ya somos marido y mujer. Puedes decirme lo que quieras…

—¿Recuerdas que te conté que había enviudado varias veces?

Al oírla, el hombre se detuvo desconcertado y la miró a los ojos, arqueando una ceja. Había captado algo extraño que no sabía discernir. Desde luego, con lo verraco que se sentía en aquel momento, hablar de esposos difuntos no era algo que le apeteciera en demasía…

—Claro —contestó, fingiendo seguridad—. ¿Qué sucede?

—Túmbate, cielo…

Él obedeció en silencio. Ella se le subió encima y jugueteó con la corbata, pensativa…

—Te quiero mucho… Eres un hombre bueno, maravilloso y estoy loca por ti… Ninguno de mis anteriores parejas era como tú…

—Vaya… Me… Me alegro preciosa, yo también te quiero muchísimo… ¿Y esto viene por…?

Su esposa le dedicó una intensa mirada que lo desconcertó. Percibía un poco de miedo en sus bonitos ojos verdes…

—Yo soy… —intentó explicarse—. Soy medio…

—¿Medio…?

Ella se quedó callada un momento, como si intentara encontrar un modo de expresarse.

—Creo que… mejor te lo muestro, ¿vale? No te asustes demasiado…

—¿Mostrarme el…?

De repente el cuerpo de Érica desprendió mucho calor; al mismo tiempo, las luces de la habitación se volvieron locas, parpadeando de forma incesante… Un par de cuernos arqueados y rosáceos empezaron a brotarle de la frente, incluso sus ojos cambiaron de color hasta volverse de un violeta iridiscente…

Harry observó la metamorfosis, petrificado de la impresión, apenas podía respirar… Unas encantadoras alitas de plumas negras asomaron tras la espalda de su amorcito…

—Soy medio súcubo, cielo —se explicó ella con una vocecita insegura, cuando hubo parado la transformación y la suite dejó de parecer una discoteca.

—¡JOOODER! —exclamó él, apartándola para salir escopeteado de la cama. “Mis amigos me han metido un psicotrópico en el vino, voy ciego” se dijo. No obstante, le bastó otro rápido vistazo para percatarse de que no alucinaba.

—Vas… Vas un poco borracho pero no te lo estás imaginando, soy así —alegó ella, hablando de forma pausada.

Él se masajeó los ojos con las manos y respiró hondo varias veces. Quería gritar… “¡Estoy dormido! Nunca me he casado, todo es un sueño” pensó, dándose un tortazo que le dolió horrores.

—¡No hagas eso! No estás soñando, lamento decirte que seguimos en el mundo real… Hay muchas cosas que desconoces, cariño…

Harry no sabía como afrontar aquella situación tan surrealista… Por instinto corrió hacia el baño y se encerró con pestillo. Después de veinte minutos horribles, el silencio se volvió abrumador, tanto, que fue consciente de que se había refugiado en un cuarto sin ventanas, ni cualquier vía de escape. Entonces, decidido a huir de la habitación, entreabrió la puerta y asomó la cabeza. Ella se había ovillado en la cama, llorando en voz baja, con las alitas caídas y cubriéndose el rosto con las rodillas. Rezumaba una tristeza tan infinita que lo dejó fuera de combate, mitigando el miedo que lo invadía.

“Maldita sea. Así no parece demasiado peligrosa…” meditó. “¡Aprovecha ahora que está distraída y sal por patas!”. Y pese a ser un sabio razonamiento, permaneció allí, incapaz de discernir por qué no lo obedecía…

—¿Vas a hacerme daño? —se decidió a preguntar desde su escondite, con la voz queda.

Al oírlo Érica alzó la cabeza para mirarlo, mordiéndose el labio inferior. El maquillaje corrido le daba un aspecto ligeramente gótico.

—No cariño, eso jamás. Deja que te lo explique, ¿Vale?

La puerta del lavabo se abrió lentamente y el hombre caminó despacio hacia la silla donde había dejado la levita. Por el camino agarró una de las lámparas del tocador y se sentó alerta, preparado para huir o atacar si era preciso.

—¿Eso es un poco innecesario, no te parece? —alegó ella, estudiando la pomposa arma improvisada. La bombilla seguía encendida y el cable había quedado tan tenso como la cuerda de un arpa.

—Agradece que no me haya ido corriendo del hotel. Y como intentes algo raro te juro que te arreo.

—Vale, de acuerdo… Lo… Lo importante es que me escuches, sólo deseo eso, de verdad…

Harry se rio histérico. ¡Y él sólo quería una vida normal, una mujer que lo quisiera y lo deseara, como cualquier hijo de vecino! Aún no podía creerse que su pareja, de repente, pareciera una versión oscura y un poco más intimidante que un angelito de aquella marca de lencería que no lograba recordar…

—Hay otra cosa que has de saber… —añadió Érica, nerviosa.

—Deja que lo adivine… ¿Escupes fuego por el coño?

Al escuchar eso su esposa rompió a llorar otra vez.

—Vale, vale, ¡Lo siento! —se disculpó Harry—. Es que no sé cómo asimilarlo… Contigo he tenido la mejor relación de mi vida, incluso faltando el sexo… En seis meses he sentido que conectábamos de una manera increíble, ¡Tanto que míranos, aún llevo gran parte de mi traje de novio! Pero desde luego NO eres lo que pareces…

“El año que viene conocerás a tu amor verdadero, una señorita que no será lo que aparenta…” las palabras de la vidente acudieron a su cabeza de nuevo. “La virgen, me avisó de esto…”

Su mujer intentó hablar varias veces. Cuando recuperó el control sobre sus emociones, respiró hondo…

—Te entiendo, de verdad —dijo con la voz temblorosa—. Pero tenía mucho miedo de que me dejaras o de que…

—¿De que me sacaras un ojo con esos cuernos mientras follábamos?

Ambos mantuvieron una intensa mirada.

—O de algo peor, cariño —contestó ella, decidida a pasar por alto el comentario—. Maté a todos mis maridos en la noche de bodas, porque los seres como yo nos alimentamos de la energía de los hombres durante el acto sexual.

Harry se quedó paralizado.

—¡La madre que nos parió a los dos! —estalló, fuera de si— ¡Eres una maldita viuda negra, y encima paranormal! ¡Te has equivocado de tipo, preciosa, porque sabes que mi cuenta corriente no está llena de ceros a la derecha!

—¡Yo no soy eso, yo soy buena, te lo juro! —exclamó Érica, desconsolada, llorando de nuevo—. No quiero matar, no disfruto con ello… En todas las ocasiones sucedió sin querer… Y no deseo hacerte lo mismo, a ti no…

El hombre se tapó los ojos durante un segundo, con las mejillas mojadas. Ella se mecía adelante y atrás, ocultando la cara otra vez. Quiso decirle algo pero ni siquiera podía pensar con claridad. Y la última revelación no había hecho más que empeorar la situación…

—Está bien —consiguió decir, al cabo de unos instantes, tras serenarse. Le temblaban tanto las manos que la tulipa de la lámpara se agitaba constantemente—. Voy a dejar que te expliques, después decidiré que hacer.

Su esposa volvió a mirarlo y respiró hondo, intentando dejar de sollozar. Cuando pudo calmarse lo suficiente, empezó a hablar.

—Mi… Mi padre era un diablillo menor, muy cachondo y adicto al sexo…

—¿Con diablillo te refieres a… a… salido del infff… infierno?

—Sí, se les llama íncubos. Aunque… nunca he ido a su casa de vacaciones, por lo que no me preguntes como es.

—Joder.

—Al menos, no creo que sea como lo pinta la biblia, por ejemplo.

Los dos necesitaron romper el contacto visual, mirando cada uno hacia un lado.

—El caso es que en el sesenta y tres el bribón se puso las botas en una comuna hippie, dejando a algunas de sus amantes embarazadas. Y de ahí surgimos tanto mis cinco hermanas como yo…

—¡Pero si una es monja! —exclamó Harry, sin pensar.

Una alarma interior se agitó en su embotada cabeza, que aún era incapaz de asimilar aquel giro de su vida. Ni siquiera podía explicarse el motivo de haber decidido quedarse para escucharla. Aunque en aquel momento, otro dato le llamó poderosamente la atención, apartando las otras incógnitas a un lado. Si había entendido bien, Érica había nacido en los sesenta…

—Espera, espera… Dame unos segundos, todo esto es muy fuerte. ¿Me estás diciendo que tienes cincuenta y tres años, y que tu hermana Clara, la dulce monjita, es como tú?

Su mujer asintió con la cabeza.

—Si a las dos cosas. Y no envejezco al mismo ritmo que tú, Harry. Pero déjame que te cuente la historia en orden, por favor.

—De acuerdo, ya estoy alucinando lo suficiente como para encima, no enterarme de nada…

El silencio volvió a la habitación durante unos instantes.

—Nuestras madres —dijo ella, rompiendo la pausa— tenían una sensibilidad especial y tardaron poco tiempo en captar que sus bebés no eran como los demás, por lo que decidieron irse a vivir juntas a otro lugar, para criarnos como una familia. De pequeñas ya podíamos transformarnos, algo que heredamos de nuestro progenitor fugado. Y jugábamos entre nosotras durante horas, inconscientes de la otra parte mortal de nuestra herencia. Clara fue la primera, precisamente, en descubrir lo que sucedía durante el sexo. De adolescente se enamoró de un chico de su misma edad, que falleció, como supondrás. Y ella decidió que jamás volvería a amar a nadie. Varios años después conoció a un cura joven, con el que entabló una estrecha relación de amistad. Y al año se hizo monja, a los veinte, creo recordar…

—Sinceramente, no lo entiendo. ¿Es que los íncubos no matan a sus amantes? Y si sois medio diablo, ¿Cómo es posible lo de Clara?

—¡Porque somos buenas, te lo he dicho! —exclamó Érica—. Creo que Dios no es un barbudo severo y cano. Yo lo veo como una energía buena, el amor en su estado universal, con muchas caras que trascienden a todas las culturas… Y sé que ve la auténtica naturaleza de las cosas, la que hay en el corazón… ¿Por qué te crees que tu cuñada es monja? ¿Y hemos podido casarnos en una iglesia, no?

En esos puntos Harry debía darle la razón. Era verdad, no había caído en aquel dato. No obstante, cualquier psicópata podía hacerse cura o desposarse en una catedral y seguir asesinando a su antojo…

—En cuanto a lo de los íncubos, no matan siempre, solo cuando lo desean. Es una ventaja que dejan a sus hijas, las súcubos, pese a que hay diferencias, dependiendo del linaje. Al ser medio humanas, por algún extraño motivo nosotras nos quedamos sin poder decidir, matamos aunque algunas… no queramos hacerlo.

—Me cago en todo… —dijo el hombre—. Vayamos por partes, ya abordaremos lo del sexo. ¿Quieres decir que de haber sido malvada, habrías ardido en el altar o algo así? Me parece una tontería, sino mira a la inquisición española y a Torquemada, su inquisidor general… O los escándalos de pederastia, hablando de una época reciente… Ellos no han ardido en un lugar sagrado…

—¡¿Es que mis cuernos y mis alitas no te han dado la pista de que soy un poquito diferente?!

Harry la miró mosqueado y Érica se suavizó.

—Tal vez habría ardido, no lo sé, es la primera vez que me caso con una ceremonia religiosa. Desde luego, Clara no se habría hecho monja de no haber conocido al padre Karras, el que nos ha casado hoy. Él es de las pocas personas que sospecha algo de nosotras. Y fue quien convenció a mi hermana de que en la oscuridad también podía haber una luz reluciente, brillante y pura. Es bastante alternativo, ya lo conoces. Y desde luego, ser creyente no te hace buena persona, creo que eso lo sabes bien y prefiero ponerte otro ejemplo, Torquemada me da escalofríos hasta a mí, que ya es decir. ¡Ahora mírate a ti! No eres religioso para nada, aunque tu mente es bastante abierta y te has casado allí por mí, porque a Clara le hacía mucha ilusión. Y eres una persona maravillosa, la mejor que he conocido en mi vida…

El hombre desvió la mirada de los ojos iridiscentes de su mujer. Ella estaba claramente nerviosa y la última parte de su discurso no le había parecido elocuente, pese a que el mensaje lo conmovía.

—Necesito un güisqui —soltó, levantándose de la silla para caminar hacia el mueble bar, aún con la lámpara en las manos. El cable se desenchufó con el estirón, apagando la bombilla.

Érica lo estudió, captando el cambio en la actitud de su marido. Él no era consciente, pero ya se había relajado un poco. Hasta le daba la espalda mientras se preparaba la bebida… Entonces escuchó como se reía solo, junto al tintineo de los hielos en el vaso.

—Ahora entiendo como Carla, Adara y Martina son lesbianas —pensó Harry en voz alta—. Con lo buenas que están…

—¡Oye!

—¡Lo siento, digo lo que pienso! —añadió él, dándose la vuelta, con el alcohol en la mano—.  A varios de mis amigos los han vuelto loquísimos, y lo has notado…

—Sí, lo he visto. Tus colegas lo tenían imposible, las chicas están bien así. Creo que Adara siempre lo fue, y las otras son bisexuales. Aunque admito que las mujeres son inmunes a nuestra energía mortal, no les afecta… Además, recuerda que casi todas no queremos matar…

La alarma regresó de nuevo. “¿Ha dicho casi todas?” pensó el hombre, dando un sorbo al güisqui. En ese momento recordó varias escenas de la boda… Charly, su hermano pequeño había seguido a una de sus cuñadas como un perro faldero durante todo el día… una que era soltera… “Oh, mierda”.

—¡¿Y Zafiro?! —preguntó alarmado.

Su esposa se mordió el labio.

—Ella es… Es la que… Quiero a mi hermana, aunque no nos llevemos bien porque no nos gusta que sea…

—¡Hazme el favor de soltarlo ya!

—Es la ovejita negra, podría decirse, la única que sigue matando en activo. Aunque no te preocupes, le prohibí que se liara con nadie… Bueno, más bien la amenazamos todas muy seriamente. ¿Por qué te crees que la hemos invitado?

El pánico invadió a Harry, intensificando el nudo que sentía en la boca del estómago… Hacia el final de la velada había sorprendido a Charly besándola en los jardines del restaurante…

—¡LA VIRGEN, POR DIOS! —exclamó, zaraceando el brazo con tata fuerza que casi tiró líquido al suelo—. ¡LLAMA A TU HERMANA AHORA MISMO! ¡LA MUY CABRONA QUIERE COMERSE A CHARLY! ¡ME LOS ENCONTRÉ DÁNDOSE EL LOTE!

Érica se sobresaltó.

—¡Pero si es un crío! —gritó, saliendo apresurada de la cama, para buscar su bolso en el armario.

—¡¿No fastidies, quieres?!

Harry dejó el güisqui y el arma improvisada sobre el mueble y corrió hacia la levita, en busca del móvil, que no aparecía en ninguno de los bolsillos. Al final logró encontrarlo y al encenderse, la pantalla se apagó por falta de batería.

“Piensa, hostia, piensa” se regañó. Charly pasaba la noche en el mismo hotel… Ahora sólo tenía dos opciones. O su cuñada Zafiro se lo había llevado a algún lado o estaban allí, dos pisos más abajo…

—¡Me voy a ver si los encuentro en su habitación! —soltó el hombre.

Con diecinueve años su hermanito era más espigado que él a su edad. Y sabía que seguía siendo virgen… “Éste quiere darse el estreno” reflexionó, al salir al pasillo. En circunstancias normales, se sentiría hasta orgulloso. Zafiro era mayor y muy atractiva…

—¡Espera cariño! —le rogó Érica, cuando abandonó la suite.

Por el camino al ascensor el hombre agarró una lámpara inalámbrica de aspecto robusto del pasillo, de forma impulsiva, sin pensar en lo ridícula que era su arma. Y antes de llegar al moderno elevador, se cruzó con una pareja de ancianos que le dedicaron miradas suspicaces.

—Ese… —susurró el viejo, cuando lo pasaron de largo—. Ese se acaba de casar, y se ha enterado de que su mujer se ha estado trajinando a un invitado de la boda, que te juegas. Míralo como va, armado y todo.

—Calla, Fernando, que nos va a oír —le reprochó su señora, apretándolo del brazo.

Licencia Creative Commons
Una noche inolvidable, primera parte por Ramón Márquez Ruiz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

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