Parkingson charlaba con su mujer a través del teléfono. No había ni un alma y el sonido de sus pisadas resonaba en la calle desierta.
—Estoy de camino al coche, ¿quieres que lleve la cena?
—Un poco de sushi no estaría nada mal, cielo.
El hombre miró la hora en su reloj y sonrió al descubrir que era más pronto de lo que había pensado. Aún le quedaba tiempo para pasarse por el restaurante favorito de su esposa y llevarle un capricho.
—Gran idea, cariño. ¿Te apetece que también coja…? —de repente escuchó un ruido extraño tras él y se volvió para mirar, dejando la frase en el aire.
—¿Patrick? Cariño, ¿sucede algo?
—Espera cielo —respondió él, bajando la voz— me ha parecido oír…
El señor Parkingson miró en derredor, incómodo. Tras unos segundos de calma respiró aliviado y se regañó a sí mismo por el momento de duda. Iba a decirle algo a su mujer cuando una mano de garras afiladas lo agarró del cuello con fuerza y lo alzó en el aire, con tanta brusquedad que el teléfono cayó al suelo. Comenzó a gritar, horrorizado…
—¡PATRICK, QUÉ OCURRE! —ella exlcamó histérica, mientras oía los alaridos de su marido.
Tras un minuto agonizante se hizo el silencio otra vez. Entonces notó que alguien cogía el aparato.
—¿Patrick? —preguntó la mujer, con la respiración entrecortada.
—Ceeeeenaaaaa —le respondió una voz siniestra y desconocida, una que no olvidaría jamás.
Jim y Audrey hacían los deberes en el salón y las gemelas dormían. Después de todo el día malitas, por fin le dejaban un valioso momento de tranquilidad que podía aprovechar para ir preparando algo de cenar.
“Pobrecitas” pensó Susan. A nadie le gustaba estar enfermo y las peques no eran una excepción. Se disponía a abrir la nevera cuando le sonó el teléfono.
—Hola cariño, ¿Por dónde andas?
—Estoy de camino al coche, ¿quieres que lleve la cena?
«Oh, perfecto» pensó ella, esbozando una sonrisa. Se sentía tan agotada que aquello le venía de perlas.
—Un poco de sushi no estaría nada mal, cielo.
—Gran idea, cariño. ¿Te apetece que también coja…?
Su esposo no terminó la frase.
—Patrick… ¿Qué sucede?
—Espera cariño… Me ha parecido oír…
En ese momento él soltó un grito y hubo un ruido seco. Pensó que se le había caído el teléfono.
—¡PATRICK, QUÉ OCURRE! —exclamó.
Él comenzó a gritar y supo que lo estaban atacando… Susan chilló histérica al escuchar sus aullidos de dolor, junto a un extraño gorgoteo…
Tras un minuto agonizante se hizo el silencio otra vez. Entonces notó que alguien cogía el aparato.
—¿Patrick? —preguntó, con la respiración entrecortada.
—Ceeeeenaaaaa —le respondió una voz siniestra y desconocida, una que no olvidaría jamás.
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Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )
Crear una escena cotidiana y amable, conseguir que nos relajemos y hasta sonriamos anticipando esa agradable cena en pareja para luego darnos semejante susto… ¡eres malo, Ramón! O muy bueno, según se mire 😉
Geniales leyendas, me encantan y me encanta cómo nos las cuentas :))
¡Un abrazo y feliz tarde!
Muchas gracias por comentar y por los halagos, Julia! Me alegra que te estén gustando mis leyendas. En la presente, cena en pareja no hubo, pero desde luego anticipaste que alguien o algo iba a cenar, jeje. Un abrazo! ; )
Buenos micros con dos puntos de vista completamente distintos. La impotencia de la mujer se nota en cada palabra. Muy bueno Ramón.
Muchas gracias por comentar y por el halago María! Me alegra que te hayan gustado los dos relatos! Un abrazo! ; )
Terror clásico y del bueno. Y además contemplado desde dos planos paralelos, cada uno a un lado distinto de la línea telefónica.
Excelentes micros.
Un abrazo.
Muchas gracias por comentar y por el halago Josep Mª! Me alegro de que te hayan gustado! Un abrazo! ; )
Dos puntos de vista para un mismo horror. Más allá del monstruo, sobrecoge la idea de que cualquier momento diario, cotidiano, esos instantes en los que nos sentimos seguros, tranquilos, pueden ser cercenados por la tragedia, en estos relatos es un monstruo, en la vida real, ¿quién sabe? Estupendos relatos, Ramón. ¡Un abrazo!
Muchas gracias por comentar David! Me alegra que te hayan gustado los dos relatos y tienes mucha razón con lo que comentas, en la vida real nunca se sabe lo que puede acontecernos a la vuelta de la esquina. Un abrazo! ; )
Desde luego una no esperaba esa cena y estoy de acuerdo que reflejas muy bien el paso de ese momento cotidiano al terror más absoluto por no saber qué ha pasado.
Macabra cena.
Saludos
Muchas gracias por comentar Conxita! Me alegra de que te hayan gustado los relatos, o al menos, te hayan transmitido esas impresiones. Un abrazo! ; )